°Gabriel°
Ella todo el tiempo lloraba, siempre… siempre. Por cualquier
tontería, ella siempre lloraba. Y a pesar de que yo sabía eso, siempre me dolía
verla así. Se hincaba en un rincón y lloraba en silencio, esperando no ser
vista ni escuchada. Y yo, todo lo que podía hacer… era observar.
Era una mañana de sábado como cualquier otra. Yo estaba
recostado en el mueble mirando televisión mientras comía cereal, Sam estaba en
mi cuarto durmiendo y Chris tocaba la puerta una y otra vez.
-¡Gabriel! –Jodía y jodía, una y otra vez. -¡Gabriel, abre sé
que estás ahí! –Exclamó desde afuera e hizo que Sam despertara. -¡Gabriel!
-¡Gabriel, abre de una maldita vez la puerta! –Gritó Sam
desde adentro del cuarto.
-Los dos son un verdadero fastidio. –Parloteé molesto ya que
me habían hecho pararme del sillón. -¿Qué quieres tan temprano un sábado,
Chris? –Pregunté al momento que abrí la puerta y vi a mi amigo parado con una
gran sonrisa.
-Así que Sam está aquí… -Dijo con un tono sugerente.
-Si, si… ¿Pero a que venías? –Pregunté intentando que se
fuera lo antes posible.
-¡Sam! –Gritó de golpe cuando abrió la puerta de mi cuarto.
-¡Despierta, flojonaza!
-Ah, Chris… no molestes. –Espetó Sam desde la cama mientras
se tapaba aún más con las colchas.
-¡Vamos, levántate de la cama! –Chris me pasó y entró
corriendo a la casa, rápidamente se dirigió a mi cuarto y en un abrir y cerrar de ojos le quitó la colcha a Sam.
-¡Vamos!
-¡¿Qué no entiendes que quiero dormir, maldito?! –Sam se
levantó hecha una tigresa. Se lanzó hacia Chris y estuvieron peleando durante
unos diez minutos aproximadamente. Cerré la puerta de la casa <<la cual
había dejado abierta por ir a seguir a Chris al cuarto>> y me senté en el
sofá a esperar que terminaran. Después de que se cansaron, declararon un empate
y se sentaron en el mueble junto conmigo.
-¿Entonces? –Pregunté mientras seguía en el mueble comiendo
cereal. -¿A qué venías, Chris? –Pregunté en un tono un tanto monótono.
-Pues… -Soltó en un
tono de niña pequeña que va a pedirle algo realmente caro a sus papás.
-Espera. –Espeté. Me levanté del sofá y me paré firmemente
frente a él. –Nada de convenciones ni de anime, de karate, de artes marciales
ya sean mixtas o por género, de box, de taekwondo, o alguna otra cosa que
implique golpes, dolor, vestirse de algo o humillarse frente a multitudes de
personas.
-Ok, prometo que no es na-
-Tampoco cuidar niños.
-¡¡POR FAVOR, GABRIEL!! –Gritó mientras se lanzaba a mis
pies. -¡Tan sólo estaremos 2 horas en la guardería!
-No.
-¡Por favor! ¡Mi vecina me pidió que le ayudara ya que todas
sus trabajadoras contrajeron gripe y no tiene quien le ayude! ¡Por favor! ¡Por
favor! ¡Por favor! ¡Sam! –Miró a la dicha que se encontraba de nuevo durmiendo.
Despertó de golpe al oír el grito de Chris. -¡Por favor ayúdame a convencer a
Gabriel!
-Vamos, Gabrielucho… no puede ser tan malo. –Dijo en un tono
calmado mientras se tallaba los ojos.
-Tú sabes que nunca he sido bueno con los niños. –Bufé
mientras me metía mi cuarto.
Media hora después…
-No puedo creer como es que me convencieron para venir hasta
aquí. –Solté molesto cuando estábamos en la guardería poniéndonos el uniforme
de trabajadores.
-Sólo serán dos horas, no puede ser tan malo. –Expuso Chris
al ver mi poco entusiasmo. A decir verdad nunca me he llevado bien con los
niños, y no es que no me gusten es que yo no les gusto a ellos.
-Tiene razón, Gabrielucho, esta puede ser tu oportunidad
para intentar llevarte bien con ellos. –Se metió Sam cuando terminó de
cambiarse. Sólo suspiré y los tres salimos del cuarto, para dirigirnos hacia el
salón en el cual ayudaríamos.
Una hora después…
-¡¡No puedo más, Chris!! ¡¡Me están matando!! –Grité a mi
amigo el cual se encontraba en la misma situación que yo. Teníamos niños
colgados por todas partes y estábamos a punto de morir, cuando Sam se paró
arriba de una sillita y gritó a todo pulmón.
-¡¡Es hora de la competencia!! ¡¡Veamos quienes son mejores
las niñas o los niños!! –“Oh, Diablos”, me dije a mi mismo al escuchar eso.
Esta es la parte de Sam que debería estar oculta siempre… su lado feminista.
-¡El equipo que tenga algo entre las piernas pier- -Antes de
que pudiera terminar la frase Chris la bajó del banco y le cubrió la boca.
-¡Es la competencia más estúpida y feminista que has
intentado hacer, Sam! –Regañó Chris al asegurarse de que ningún niño estuviera
haciendo cosas indecentes.
-¡No es estúpido ni feminista!
-Lo es. –Dije cuando llegué a donde ellos estaban. –Pero
ahora que lo pienso… no se compara con aquella vez que quería que compitiéramos
hombres contra mujeres y el que tuviera menos pelos en las piernas ganaba.
Quien diría que María nos ganaría…
-¡Si, bueno! ¡Admito que no me aseguré de que todas las
mujeres fueran depiladas ese día!
-Eres de lo peor.
-Como sea… -Intervino Chris. –Necesitamos hacer algo para
calmarlos, nunca creí que este trabajo fuera tan agotador.
-No subestimes a las mujeres, querido.
-Bien… supongo que no hay opción. –Dije al momento que
caminaba hacia el piano vertical que se encontraba en el salón. Me senté y
comencé a tocar mientras veía como captaba poco a poco la atención de todos los
niños.
En otoño las hojas caen…
En primavera las flores comienzan a brotar…
Como podré olvidar…
Tu sonrisa al ver tanta belleza estar…
Mañana quiero ver, esos ojos brillar otra vez…
Mañana quiero ver, esa sonrisa iluminando mi día…
Vamos, despierta ya…
Mira hacia el cielo y respira profundamente…
Ya que espero que no, pero tal vez algún día…
Olvides lo que es vivir…
Terminé de tocar y todos me veían, incluida Sam quien
sonreía como no lo hacía en mucho tiempo. Cuando éramos niños yo tocaba para
ella siempre, pero cuando crecí me di cuenta de que el piano no me llevaría a
ninguna parte, así que dejé de dedicarle tiempo. Sam muchas veces me había pedido que volviera a tocar, pero
cuando se dio cuenta del daño que me hacía decidió desistir.
-Qué canción tan cursi y mamila. –Dijo mientras caminaba
hacia mí.
-¡Cállate!
-Me trae recuerdos… -Soltó una vez llegó a mi lado. Los
niños ya estaban tranquilos coloreando. –Como quisiera regresar el tiempo.
-Yo también, Sam, yo también.
-Como sea… tengo hambre.
-¡Maldito cambio!
-¡Niños! ¡¿Qué les echaron hoy sus mamis de lonche?!
Moraleja 4: Cuando creas que el trabajo de una mujer es
fácil, inténtalo, verás que te equivocas.
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