jueves, 9 de agosto de 2012

Nosotros los ricos, nosotros los pobres -Cuento corto-


      


      Recuerdo aquella vez, hace unos años, que iba en el carro con mi madre y mi hermano. Pasábamos por uno de esos mercados de mala muerte que están llenos de puestos de comida grasienta y gente pobre. Yo iba mirando por la ventana hacia afuera y de pronto vi a una pequeña niña dormida en un cartón, mientras que la que supongo era su madre, estaba a un lado con un bebé en brazos. Le dije a mi mamá, que iba conduciendo, lo que había visto y me respondió que eso pasaba en muchos lugares del mundo; todo era culpa de los adultos por tomar acciones irresponsables, después se lamentó de aquella pobre niña y del duro futuro que le esperaba. Mi hermano interfirió y le preguntó a mi mamá porque se lamentaba por aquella situación, le dijo que el mundo era cruel y que a cada quién lo que le tocaba. Yo tan sólo seguí mirando por la ventana, pensando que tal vez, comparada con la gente de ese lugar, yo era muy dichosa.
      
      Hace poco estaba en casa, viendo la televisión. Cambiaba y cambiaba de canal esperando encontrar algo que me gustara, hasta que llegué a un canal donde se dedican a sólo pasar cosas de la farándula. Salió un actor, de los grandes, que había comprado un “gato de Bengala”, el cuál cuesta casi medio millón de pesos, y sólo lo compró para poder matarlo y comerlo. “Qué tontería”, pensé, mientras me retorcía en mi propia insignificancia. Es decir, nunca me había faltado nada esencial, pero sin duda alguna mi vida no había estado llena de lujos.

      De nuevo recordé a aquella niña que dormía en el cartón y en todas las necesidades que tuvo que haber pasado. Tal vez hubo días en que no comía e incluso pasó por mi cabeza la idea de que ya estuviera muerta. Mientras que aquél actor gastaba esa gran cantidad de dinero en algo tan poco necesario.

      El dinero va y viene, dicen algunas personas poco materialistas, aunque algunas veces va más de lo que viene. “Rico” y “pobre” no son más que términos relativos. Día a día la gente nace en las calles y muere en las mismas, esa gente no corre con la misma suerte que aquella que nacen en cuna de oro. Pocas veces nos ponemos a pensar acerca de lo afortunados que somos, por tener un techo, comida, salud… vida. Queremos más, más, cada día más y no nos detenemos a razonar que tal vez lo que tenemos es suficiente.

      Me levanté de la silla donde había estado recordando todo aquello. Alcé la mano para que el mesero me trajera la cuenta y pudiera irme después de pagar. Me dio el papel con la cantidad, puse el billete y minutos después regresó con el cambio. Se había equivocado, me había traído diez pesos menos. No le tomé importancia y me fui de aquel restaurante sin reclamar.

      Probablemente aquella niña hubiera reclamado para que le dieran bien su cambio, pero de seguro aquél actor se habría ido incluso antes de que el mesero regresara con su cuenta. 

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