lunes, 30 de diciembre de 2013

The Devil Lost


The Devil Lost


Género: Acción, drama, sobrenatural. 

Sinopsis: Desde tiempos antiguos los ángeles y los demonios son enemigos irreconciliables, que varias veces se han visto envueltos en batallas para decidir quién gobernará. Kai Muller es una joven demonio que se reveló contra los de su bando y ahora un grupo de ángeles está tratando de hacerla su 
compañera, Yoh y sus amigos harán hasta lo imposible para que Kai se decida a formar una alianza con ellos, muy a pesar de que varios no estarán de acuerdo con eso. 

SAGA 1: Ángeles y Demonios o ¿Demonios y Ángeles?

Capítulo 1:  *Próximamente*

domingo, 17 de marzo de 2013

Actualización 17/03/13

¡Hola, hola!

Bueno, como muchas personas dicen por ahí: "Lo prometido es deuda".
Así que....
Esperen, esperen, esperen... Antes de darles lo que quiere quiero pedirles un graaaaaaaaan favor!

Y es que voten en la encuesta que se encuentra debajo del chat, ¿por favor? :3

Ahora sí, lo quieren!

Algarabía de los sentimientos Capítulo 3, parte 2

D'Love Capítulo 5


Y como ya saben:

¡ME HARÍAN MUUUUUUUUUY FELIZ SI RECOMENDARAN EL BLOG! 

A sus conocidos, familia, amigos... :B

O también me ayudarían dándole para compartir en el globito amarillo de cada entrada... 

¡Muchas gracias por leer! 


D'Love -Capítulo V-


Capítulo V: Yo siempre te he querido más que a nada.

°Gabriel°

Esa mañana me levanté sin mucha energía. La cabeza me daba vueltas y sentía que los pies me pesaban diez veces más de lo normal. Me levanté la cama con todo el Ki que podía encontrar a  mi alrededor, incluso pensé en no asistir a la escuela, pero recordé que tenía un examen muy importante.

Me encontraba de camino a la universidad, caminando a paso muy lento, cuando escuché la voz de Sam y Chris a lo lejos…
–¡Gabriel! –Gritó Chris mientras me lanzaba una patada en la espalda. Caí rendido al suelo y lo siguiente que escuché fue lo voz de Sam y Chris llamándome.
–¡Gabrielucho, Gabrielucho! –Escuchaba los gritos desesperados de Sam –. ¡Mira lo que hiciste, Christianaldulfo, mataste a Gabrielucho!
–¡No es posible, él ha recibido esta patada antes, esto no pudo haberlo matado! –Respondió el culpable de mi condición –. Ya sé, tal vez él… ¡Está embarazado! ¡Y no me llamó así, joder!
–¡No puede ser! ¡No me digas que la tal Caly ha logrado ya su cometido!
–¡Dejen de decir tonterías los dos y ayúdenme a levantarme! –Grité con la última pizca de energía que me quedaba, después de eso no sé lo que pasó.
Abrí los ojos y me encontré con Chris y Sam dando vueltas por todas partes. Sam decía algo sobre unas toallas y Chris buscaba por toda mi casa ingredientes para hacer de comer. Entonces ella volteó a verme y se dio cuenta que me había despertado.
–¡Christiano, ya se despertó! –Le gritó al chica, quien dejó la estufa prendida y vino corriendo hacia mí.
–Gabriel… Gabriel, lo siento… –Se disculpó, poniéndose de rodillas a un lado de mí. Yo estaba acostado en el mueble–. No sabía que ya tenías algunos meses de embarazo, si Calo nace con alguna enfermedad será mi culpa…
–Si no estuviera muriéndome por la fiebre, en serio que te mataría –Dije, y la cabeza me daba vueltas.
–¡Mi sobrino, ¿qué le has hecho a mi sobrino, desgraciado?! –Exclamó Sam, mientras agarraba a Chris a cachetadas.
Me levanté del mueble, dejando a esos dos hacer su comedia-dramática sin nadie que los molestara. Fui a mi cuarto, pues quería dormir tranquilamente en mi cama. Cerré los ojos, y cuando los abrí de nuevo, un escenario más, con un personaje extra se mostraba ante mis ojos.
–Vaya que eres un hombre débil, Gabriel… Eres igual a tu padre –Escuché decir a la mujer a un lado de mi cama. Por el tono de su voz y la manera en que estaba parada pude deducir que era mi peor pesadilla entre todas las mujeres, sí, justo en la misma categoría que Sam… Mi madre.
–¿Qué haces aquí? –Fue lo único que pudo salir de mi boca en ese  momento.
–¿Hace más de dos meses que no ves a tu amada madre y esto es lo único que puedes decir, estúpido hijo? –Preguntó con su tono altanero de siempre –. Aún recuerdo cuando venías a mí en las noches llorando porque habías mojado tu cama… Ah~, eras tan lindo –Expuso falsamente.
–Nunca hice eso, por favor deje de difamarme, señora –Respondí frente a sus acusaciones.
–Alguien necesita enseñarte modales, mocoso –Se sentó encima de mi estómago. Saltaba para quitarme el aire y cuando no pude más me rendí.
–Lo siento, madre amada mía, ¿me harías el favor de quitar tu exquisita retaguardia de mi estómago? –Supliqué.
–Sí, eso está bien… –Dijo cuando tuvo piedad de mí.
–Bruja –Murmuré lo más bajo que pude.
–¿Qué dijiste? –Preguntó molesta.
–Que te amo, madre mía –Respondí asustado.
–Eso pensé –Se sentó en una silla, a un lado de la cama y tomó la revista que estaba sobre la mesa.
–¿Dónde están Sam y Chris? –Pregunté una vez había aclarado mi mente un poco.
–Están en la cocina… Preparándote algo de comer –Soltó desinteresada, aún con los ojos puestos en la revista –. Es irónico que alguien le esté haciendo de comer a un aspirante a chef.
–Sí… –Dije, seguido de una risa–. Supongo.
–Según lo que veo… –Dejó de mirar la revista para cruzar miradas conmigo. –Aún no avanzas nada en tu relación con Susu… ¿Cuándo piensas decirle lo que sientes? ¿Acaso estás esperando a que encuentre a alguien más decidido que pueda hacerle feliz? ¿Por qué no puedes ser un poco más valiente?
–No lo sé, siempre hay algo que me detiene.
–¿Tal vez aún sigues pensando que Marissa estará enojada? –Preguntó, arqueando una ceja.
–¿Marissa? No, yo quería a Sam desde antes de que le pasara eso a Marissa –Expusé mirando hacia el techo, pues no quería que mi madre se diera cuenta de lo triste que me ponía hablar de ella. –Marissa era la hermana que siempre quise, Sam siempre ha sido el amor de mi vida…
–Vaya, vaya… Dando ese tipo de declaraciones en plena luz del día y con Susu a unos cuantos metros… –Parloteó con tono burlón. –Pero… ¿Estás seguro de que lo que dices es cierto? ¿No decidiste cambiarlas al perder a una de ellas?
–Cállate, no sabes nada de mí o de lo que siento… Yo sé que a Marissa la quería tanto como a una hermana, por eso fue que me costó años superar su muerte. Por eso es que Sam y yo aún lloramos cuando la recordamos… Marissa era muy importante para nosotros dos, pero… Si yo… Si yo… Perdiera a Sam… No sería capaz de seguir viviendo –Dije con decisión, a pesar de que mis fuerzas se estaban llendo.
–Si tú lo dices… Sólo espero que al final no acabes lastimando a alguien por no recordar bien el pasado.
–Cállate… No… –De nuevo estaba perdiendo la conciencia. –Tienes derecho… A opinar.
–Vaya, vaya… Eres un niño rencoroso –Me tocó la cabeza y después tomó una toalla, que había a un lado, para limpiar el sudor en mi frente. –Mamá tenía que trabajar cuando eras niño y por eso no tenía tiempo de estar contigo. ¿Crees que no es doloroso para mí saber que el amor que me tienes a mí no es nada comparado con el que le tienes a tu padre?
–Es… Obvio… –Decía con mi último aliento antes de volver a dormir –. Él… Siempre tuvo… Tiempo para mí.
–Sí, sí, papá es un hombre maravilloso –Fue lo último que la escuché decir.

En mis sueños recordé muchas cosas de mi infancia. En una de mis memorias recordaba a mi padre jugando en una piscina conmigo. Él siempre ha sido un hombre débil y sin mucha presencia, pero el simple hecho de tenerlo a mi lado me hacía sentir que todo lo podía… Mi padre, mi héroe, mi persona a seguir. La verdad es que no odio a mi madre, es más, se podría decir que la quiero, pero nunca he podido comprender como personas como ellos pudieron enamorarse. Tal vez ella hubiese preferido a alguien con más dinero, apuesto y con la agenda ocupada, así como ella… Y mi padre tal vez hubiera sido más feliz con una mujer amable y cariñosa que estuviera siempre a su lado… Me hubiera gustado más una madre así.
Las siguientes memorias que vinieron a mi mente fueron las de Sam y yo cuando éramos niños… No, Marissa también estaba ahí. Después de eso recordé varias cosas que había estado pensando eran sólo recuerdos de Sam y míos… Pero entonces Marissa aparecía también en ellos. Ella estaba esa vez que jugando el parque me caí y me raspé la cara, sí, ella era la que estaba jugando conmigo, mientras Sam estaba sentada bajo un árbol, sin hacer absolutamente nada. También recordé cuando íbamos a la primaria juntos… Sí, era Marissa quien iba siempre caminando a mi lado y Sam iba siempre detrás de nosotros.

Marissa, Marissa, Marissa, Marissa, Marissa, Marissa…

–¡Gabriel!–Vi su rostro en mi mente, mientras gritaba enérgicamente mi nombre.

Mi mente se inundó de ella y por un segundo pensé que quizá lo que mi madre había dicho era cierto. Pero lo que más me frustró era la razón por la cual no la había recordado tan claramente hasta ese momento… ¿Por qué la había bloqueado de mi mente?

Comencé a abrir los ojos una vez más y vi que alguien estaba frente a mí, haciendo algo con mi almohada, pero no podía distinguir quien era.
–¿Ya te sientes mejor? –Preguntó la persona que estaba frente a mí.
–Eh… ¿Marissa? –No podía ver claramente a la persona, ni siquiera sabía porque había dicho su nombre. Lo único que podía recordar era a la chica que alguna vez se llamó así.
Miré a su rostro otra vez, y cuando mi vista se aclaró pude reconocer a Sam, quien me estaba acomodando la almohada.
–¿Sam? –Solté al reconocerla.
–Te veías incómodo –Dijo al ver que mi conciencia había regresado casi por completo. Se veía un poco sombría y triste, pero creí que tal vez era parte de mis alucinaciones. –¿Estabas soñando con Marissa?
Asentí y le di las gracias.
Después de eso volví a dormir y no desperté hasta el día siguiente.
Sam estaba a un lado de mí, justo en la misma silla donde estaba mi madre. Chris ya se había ido a casa, pues sus padres son un poco estrictos en cuanto a la hora de llegada. Cuando desperté le dije a Sam de lo que había pasado la última vez que había despertado.
–¡¿Ehhh?! ¡¿Mi tía estuvo aquí?! –Exclamó Sam cuando le conté que mi madre me había visitado.
–Sí, pero ya sabes que esa mujer llega y se va cuando le da la gana… No hay forma de saber en qué lugar estará –Expuse.
–Qué lástima… Me hubiera gustado que habláramos de nuestros planes para envolver el mundo en el feminismo –Murmuro con un tono de deprimida.
–Sí, claro, lo lamento por ti –Dije, seguido de un suspiro.
–Gabriel… –Soltó de golpe, lo que me asustó un poco.
–¿Qué pasa? –Pregunté preocupado.
–Mari-… No, no es nada –Dijo con una gran sonrisa. –Bueno, ya me voy a ir a mi casa.
–¿Te vas? Creí que te quedarías a dormir como siempre –Le dije, confundido por su repentina actitud de antes.
–Hoy no… ¡No vaya a ser que me enferme yo también! –Exclamó con un tono burlón.
–¡La temperatura no es contagiosa! –Grité.
–Aun así me voy… Tengo tarea que hacer –Se levantó de la silla y caminó hacia la puerta. Se despidió agitando la mano.
–¡Sam! –Exclamé antes de no poder verla–. ¿En serio estás bien? –Le pregunté cuando se detuvo.
–¡Claro que sí! ¡Aquí el único enfermo eres tú! ¡Bye! –Me respondió sin darse la vuelta. Salió corriendo y pude escuchar la puerta de la casa cerrarse.
–Estúpida… Es más que claro que no estás bien cuando sólo me dices “Gabriel”.

Moraleja 5: Cuando tengas una madre hermosa, inteligente, rica y con una agenda ocupada… Asegúrate de que nunca sea tu enfermera… Probablemente se ponga a saltar sobre tu estómago. 

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 3, parte 2.-


En ese momento me sentí avergonzado conmigo mismo porque creí que él iba a gritarme, a reclamarme, que iba a estar molesto conmigo, sin embargo… Fue tan distinto. Estaba tan sereno, y pareciera que sabía exactamente que yo iba a llamarle. Siempre sentí envidia hacia esa parte de él, porque nunca pude ser así. Si yo hubiese estado en su lugar seguro habría estallado, no habría escuchado lo que él hubiera tenido para decirme, tan sólo me hubiera quejado, sin importarme los sentimientos de mi amigo. Sí, esa es la clase de persona que siempre fui…
–¿Daniel? ¿Sigues ahí? –Preguntó desde el otro lado. Salí de mis pensamientos y volví a pensar acerca de lo que tenía que decirle.
–Lo siento… –Dije arrepentido.
–¿Por qué te disculpas de la nada? Ni siquiera sé porque lo haces –Expuso, y aunque no podía verlo, sabía que tenía una sonrisa amable en su rostro. –Nunca he entendido esa parte de ti. Siempre pides disculpas y esperas que los demás sepamos la razón. No puedo entenderte, Daniel, tienes que decírmelo con tus palabras…
–Vaya, sigues siendo el sádico de siempre –Le reclamé cuando por fin volví a ser yo. Tenía que darle una explicación por todo el tiempo que lo había evadido. Él la quería y yo tenía que dársela–. ¿Sabes? Ahora tengo una amiga… –Aclaré mi garganta, para que pudiera escucharme claramente. –Al principio no quería hablar conmigo, creo que yo no le agradaba mucho o algo así; al parecer no le gustan las personas entrometidas como yo –Pude escuchar una ligera risa de su parte–. Ella es una persona solitaria, que ha cerrado su corazón a los demás porque cree que no tiene derecho a ser feliz… Es igual a ti. Desde que la conozco me ha envuelto, al punto que quiera saber qué la tiene tan atada a su tristeza, pero… No encuentro la manera de que mis palabras le lleguen, incluso he pensado en rendirme, pero entonces… Entonces… –La culpa me invadió de nuevo. No tenía derecho a decir que era amigo de él, no después de haber huido. –Te recuerdo a ti, y a lo cobarde que fui al dejarte solo cuando más me necesitabas. Te hice a un lado y no me importaron tus sentimientos; yo sólo quería zafarme de mis responsabilidades… Fui un idiota, lo siento.
–No fue tu culpa, no tenías que cargar con eso –Otra vez con su palabras amables, siempre buscando una forma de aliviar mi dolor, incluso si hacían más grande el suyo.
–¡Pero eras mi amigo! ¡No, aún lo eres! –Exclamé con molestia, pero no hacia él, hacia mí. – ¡Yo tenía que haberme quedado a tu lado! Y sin embargo... Todo este tiempo te estuve evitando, intentando que mi culpa se hiciera menor con el tiempo… Pero no fue así.
–Daniel, ya es suficiente, no estoy molesto contigo…
–Deberías estarlo, porque no soy diferente a todos esos que te dieron la espalda cuando más requerías ayuda… Yo también te abandoné, e incluso ahora no estoy seguro de poder verte a la cara sin morir de vergüenza. No tengo derecho a recibir amabilidad de tu parte, porque no he hecho nada para merecerla… –No quería admitirlo, pero hacía rato que las lágrimas no paraban de salir. –Vine a México para poder olvidar lo que pasó en España, pero el destino no me dejó huir, y la puso a ella en mi camino… Sus ojos tristes me recuerdan siempre a ti, a quién no pude ayudar, y ahora tampoco puedo ayudarla. Sé que llora siempre, pero nunca me lo dice… Sé que se siente sola, sé que aún no puedo calmar el dolor y ya no sé qué hacer, otra vez soy un inútil… Otra vez estoy pensando en huir. Quiero salvarla, en serio quiero hacerlo, pero no puedo… Alguien tan patético como yo no puede salvar a nadie.
–¡Cálmate, Daniel! –Exclamó de golpe, haciendo que me asustara un poco. –Primero que nada, no tienes que seguir culpándote por lo que pasó; ya fue algún tiempo de eso… Y en segundo, si es verdad que esa chica es igual a mí, entonces estoy seguro que ella no te ve como alguien inútil, al contrario… Creo que eres una gran luz para ella. Tienes que ser fuerte, y no dejarla caer…. Eso es lo mejor que puedes hacer. No tienes que esforzarte por cambiarla completamente, el simple hecho de que estés ahí ya la hace feliz.
Entonces pensé en lo afortunado que era, porque tenía a personas como ellos en mi vida. Sí, sé que lo que me dijo era en realidad lo que él sentía, pero sabía que si me lo decía de tal manera yo seguiría igual que siempre.
Me odio tanto. No me merezco todo lo que tengo. Lo siento mucho, Aby… Todo este tiempo te he visto como mi gran amiga, pero también como la persona despreciable que no puedo alcanzar… Soy horrible, de lo peor.
–Perdóname… –Le supliqué, cuando me di cuenta que no podía aguantar más un tono tranquilo, y que él ya sabía que estaba llorando.
–Sí, te perdono –Respondió al momento, lo que hizo que mi llanto empeorara.
–Perdóname –Repetí; sabía que una sola disculpa no era suficiente–. Perdóname. Perdóname. Perdóname… ¡Perdóname, Michel!
–Sí, te perdono, estúpido Daniel… –Su voz entonces sonaba quebrada. Al parecer también estaba llorando.
Pasó un rato hasta que pudimos dejar ese tema a un lado. Recordamos viejos tiempos, y eso nos hizo ponernos algo melancólicos, pero también felices, porque nos dimos cuenta que ambos guardábamos esas memorias como algo muy preciado. Al final, platicamos sobre nuestra vida diaria y también un poco sobre Aby…
–Vaya… Ya hasta ganas me dieron de conocerla –Dijo en un tono de burla hacia mí por todo el entusiasmo que yo ponía al hablar de ella. –De hecho…
–¿Eh? ¿Qué pasa? ¿Ibas a decir algo? –Pregunté con confusión por su repentina interrupción.
–No, nada –Murmuró, aunque pude escucharlo –. Es una sorpresa.
–Está bien entonces… Esperaré por ella. –Me limité de hacerle preguntas, ya que no quería incomodarlo.
–Sí, tengo que irme, hablaremos luego –Expuso de forma apresurada. –Nos vemos, Daniel…
–Sí, nos vemos –Respondí alegre, pues al fin todo se había arreglado para mí.
Colgué el teléfono y me recosté en la cama. Repasé toda la conversación en mi cabeza, como si fuera algún mensaje conmovedor de alguna amante. Luego reí, por haber comparado a Michel con una amante.
En ese momento todo se sentía tan tranquilo que asustaba. Sí, era casi todo tan perfecto que sentía miedo. Nada puede ir tan bien… Todos los sabíamos. Los días tranquilos no duran para siempre, y poco tiempo después de haber tenido esa llamada telefónica me di cuenta...

De que no me había equivocado.

Venían pruebas difíciles… Para nosotros, para personas del pasado, personas próximas a conocer… Situaciones que nos harían cuestionarnos sobre todo, incluso si la vida valía tanto la pena, pero… Lo peor de todo no eran los momentos difíciles por venir, sino que todos y cada uno de ellos involucrarían a cierta persona…

Sí, Aby. 

domingo, 10 de marzo de 2013

AVISO

¡Hola, hola!
¿Qué tal se encuentran? ¡Espero que excelente!

Bueno, el motivo de esta entrada es dar algunos avisos muuuuuuuuuuuuy importantes... Jajaja, bueno, por lo menos para mí lo son xD

En primer lugar:

Como se habrán dado cuenta no subí capítulo la semana pasada y lamento informar que tampoco de podrá esta (;_;). ¿Por qué? Pues fácil... He estado un poquito (muy) ocupada respecto a la escuela y por tanto no me da el tiempo suficiente, sin embargo eso no quiere decir que voy a dejar el blog a un lado... ¡No, no, no!
Después de todo mi deseo es ser escritora, así que no dejaré que el blog decaiga... 
Por eso les IMPLORO que no abandonen el blog, ya que no dejarán de actualizarse las historias... Así es, esto no se acaba hasta que se acaba. 

En segundo lugar: 

Estas serán las actualizaciones que se harán la próxima semana:

Algarabía de los sentimientos: Capítulo 3, parte 2. 

D'Love: Capítulo 5. 

Los capítulos ya están escritos, pero aún no los corrijo y siendo sincera no creo que el día de hoy me de tiempo... Lo siento (T.T).

En tercer lugar:

Probablemente en poco tiempo estaremos llegando a las cinco mil visitas, así que planeo hacer una gran actualización para conmemorar ese día. Sí, ya sé que para muchos no será mucho, pero para mí es tan valioso como el oro, así que le daré la celebración que se merece. Por tanto, dejaré una encuesta justo debajo del chat y les agredecería mucho que votaran. 

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Bieeeeeeeeeeeeeeee... Creo que eso es todo, ¡muchas gracias por leer!
¡Nos estamos leyendo!

P.D: No olviden recomendar el blog a sus conocidos, ¡chau!

viernes, 22 de febrero de 2013

Actualización 22/02/13

     ¡Hola, hola!

      Bueno, primero que nada quiero darles las gracias a todos ustedes, porque sin ustedes mi
ánimo siempre andaría por los suelos, así que un aplauso para ustedes, los lectores, porque ustedes
son este blog.

      Ahora sí, vamos con las noticias...
      Decidí abrir una entrada para hacer mención de las dos nuevas actualizaciones, para que así estén al tanto de ellas... Ya sea que no encuentran el cap. o algo...
     De ahora en adelante así será cuando abra una entrada o más el mismo día, en el caso de que sólo sea una pues dejaré un msj. en chat especificando lo que se subió.
   
     Por último, antes de despedirme, quiero hacerles la enooooooooooooooorme petición, de que si les gusta el blog lo compartan, comenten, le den like a la entrada (en la parte inferior de cada entraba, en el globito amarillo están los botones para las redes sociales, sólo tienen que darle click a el globito) o lo sigan (Jaja, casi ni pido nada).
   
     En fin, si tienen alguna duda, pregunta, sugerencia, o lo que sea... Pueden dejarme un correo en ManorFrais@hotmail.com en caso de que tardara en contestar pueden dejarme un msj. en el chat para avisarme del correro, entonces les contestaría de inmediato.

     Ahora sí, por lo que vinieron (xD)

     Algarabía de los sentimientos -Capítulo 3, parte 1.-
     Link del capítulo

     Link del tema de la historia

     La utopía de un malnacido -Cuento corto.-
     Link del cuento

     Muchas gracias por pasarme, se los agradezco de corazón, ¡nos leemos el otro fin!

     P.D: Las otras historias también serán actualizadas, pero todo a su debido tiempo, por ahora estoy un poco más centrada en Algarabía, pero no abandonaré las demás.
     P.D2: Soy de México, así que hasta que no sea acabe completamente el domingo aquí, hay posibilidad de actu. Lo digo por las personas de otro países (principalmente España) que pudieran creer que como allá ya es lunes no habrá actu.
     P.D3: Actualicé la imagen del blog, espero sea de su agrado, aunque acepto críticas xD.


La utopía de un malnacido


Aprendí a hablar fluidamente a los 2 años, a leer y a escribir a los 5, a mentir perfectamente a los adultos a los 7, a odiar a los 10, a lastimar a 12, pero nunca aprendí a amar y es que eso no venía en los libros.
Desde que tengo memoria mis padres me decían todo el tiempo: “Quién no sabe no sirve”, así que para “servir” tuve que “saber”. Saber hacer cosas que los niños de mi edad no aprendían aún. Yo quería ser aceptado por ellos.

“¿Quién eres? –Pregunté.”

Me volví soberbio, arrogante, odioso. La gente a mí alrededor me detestaba, incluso mis padres porque los había superado. Creí que no me era necesaria la gente, así que me refugié en mis libros y ahí encontré consuelo; era falso… Pero mantenía con vida.
Cuando entré a preparatoria conocí a un grupo de chicos, todos más listos que yo. Eran monstruos, para mí y para todas las demás personas. Yo no era más que un simple insecto a su lado. Era tan frustrante, tan doloroso. Todo ese tiempo que había logrado vivir por mi soberbia, pero ahora todo se había ido al carajo, porque ya no era el mejor de todos, porque había encontrado a personas superiores a mí en lo que yo me creía superior a cualquiera.
Creí que sería bueno seguir aquella famosa frase: “si no puedes con el enemigo, únetele”. Me comencé a juntar con ellos y cuando me di cuenta ya era sólo uno más de su grupo, ya no era “yo”, ahora éramos “nosotros”.
Un año después conocí a una chica. Oh, que chica, pues era fuerte, altanera, alegre… Estúpida, pero como la quise. Me quitó el alma y como un perro callejero yo iba detrás de ella. Pero ella también me detestaba. No me rendí, así que intenté conquistarla por todos los medios posibles y cuando lo logré, me sentía extremadamente feliz; no sabía el porqué, pero lo sentí así.
Mi felicidad duró poco tiempo, ya que ella me dejó. Al parecer le habían dicho algunas cosas malas sobre mí y no soportó estar con un mentiroso como yo. “Eres un ridículo”, dijo. Me sentía furioso, humillado y triste al mismo tiempo, con ella, con ellos, que le hablaron mal de mí, y conmigo, por no poder defenderme. Intenté por todos los medios saber quién le había hablado de mí, pero nunca di con el culpable así que decidí ir por mí mismo y preguntarle a ella directamente. 

“Soy tú –Respondí.”

–Por favor, dime quién te dijo todo eso y qué fue exactamente lo que te dijeron.
–No tengo porque decírtelo.
–No me hagas sufrir más de lo que ya he sufrido… Por favor, dime.
–Crees que eres la persona que más ha sufrido en este mundo, siempre odié tu autocompasión. Pero nunca creí que estuvieras tan demente, por lo menos no como para inventarte una vida.
–¿De qué estás hablando?
–El genio del piano, qué sólo tiene que escuchar una vez la canción para poder tocarla de nuevo perfectamente. La memoria fotográfica de la que tanto alardeas, tu perfección para hacer cualquier clase de cosa. Tus anécdotas, tu pasado, tú mismo. Todo es una mentira.
–No es así… -Susurré con el corazón en un hilo. ¿Qué estaba pasando?, ¿por qué ella estaba diciendo eso? -¡No eran mentiras! –Grité con la mayor de las exaltaciones. Estaba desesperado, frustrado, enojado. No entendía nada, absolutamente nada. Me acerqué rápidamente a ella y la tomé con fuerza del brazo, si era todo una mentira por lo menos que ella no lo fuera. La empujé hacia la pared más cercana y le robé un beso; comencé a tocarla, pero entonces sentí como sus ojos goteaban, mientras yo la lastimaba.
–Me mentiste –Dijo, mirándome con esos ojos que amaba y odiaba tanto. Me consumían cada vez que se postraban en mí, eran como un abismo en el cual… Yo lentamente era consumido–, no sabes cuánto me arrepiento de haberte conocido, de haber creído en ti, de haberme sentido triste por tu “pasado”.
–Espera…  –Se soltó de mi aprisionamiento y salió corriendo. Yo sólo me quedé parado viendo, no sólo como se iba ella, sino también como se desvanecía toda mi vida. Ella dijo que era todo una farsa creada por mí y aunque soy yo mismo, no puedo siquiera pensar en algo para contrariar esa afirmación.
¿Qué fue lo que pasó hasta ahora?
Si todo lo que dije siempre fue una mentira, ¿qué fue lo que he vivido hasta ahora? ¿Dónde están esas memorias? ¿Dónde? Yo recuerdo que todo perfectamente, sí, todo está en mi memoria, ¿o era acaso mi imaginación? Espera…
No te vayas, lo que sea que esté persiguiendo, no te vayas. He mentido demasiado, y apenas ahora es que me percato de esto, pero no quiero quedarme sin nada, todo lo que construí hasta ahora fue porque desde un principio nunca tuve nada, sólo soy alguien intentando vivir, ¡por favor! ¡Alguien haga realidad mis mentiras! ¡Alguien, por favor!

“¿Entonces quién soy yo?”

“Nadie…”

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 3, parte 1.-


Capítulo 3: Las cosas no son tan fáciles.

“Aun dándolo todo… Sigo perdiendo. Las lágrimas no sirven de nada, no puedo rendirme, no ahora… No romperé más promesas.”

*Daniel*

La~ Lalalalala~ La~La~ Lalalaaa~ La…

La canción que mi madre cantaba cuando era pequeño inundó mi cabeza. Era un tono hermoso, pero tan melancólico. Me hacía estremecerme, aunque quería seguir escuchándola.
Pero ahora no puedo más.
 Me desperté de golpe. Había recordado los momentos felices de mi infancia, pero también a las personas de esta. Las promesas rotas regresaron, junto con las palabras que Aby mencionó el otro día…

“…Yo no rompo nunca mis promesas.”

Qué ironía. Soy quien está tratando de ayudarla, al igual que lo intenté con esa persona. Ellos dos hicieron promesas, son iguales… Los dos igual de decididos, igual de fuertes… Igual de inalcanzables. He intentado que esto no carcoma mis sentimientos, pero desde que la conocí, he pensado que tal vez mi obstinación por liberarlos de sus cadenas no es otra cosa más que mi envidia hacia su determinación. Tal vez quiero que se detengan porque estoy celoso de que yo soy incapaz de caminar tan lejos… Tal vez.
Eché agua en mi cara y después la levanté para verme en el espejo. Escuché que alguien tocaba la puerta, pero por alguna razón no reaccioné; estaba absortó viendo mis ojos… Color miel como los de mi padre e igual de impuros.
–¡Daniel! –Gritó Dora desde afuera-¡Mi niño, levántate que se te hace tarde para ir a la escuela!
Suspiré y sequé mi cara, entonces caminé hacia la puerta y cuando la abrí encontré a la mujer haciendo muecas. Su estatura menuda me hacía querer abrazarla cada vez que la veía, y es lo que hacía. Ella siempre recibía mis abrazos con cariño, éramos como una abuela amorosa y su nieto favorito.
–¡Dora~! –Dije mientras la abrazaba.
–Sí, sí… Ya sé que eres un niño mimado, pero aun así… -Decía con su voz amable –Tienes que arreglarte para irte. –Se soltó de mi abrazo y me jaló de una oreja, entonces volvió a meterme a la habitación, mientras yo hacía quejidos.
–Ya, ya… Entendí –Bufé cuando al fin me soltó.
–Te quiero bonito en cinco minutos –Espetó con firmeza.
–Querrás decir “guapo”, ya estoy en la edad en la que dejo de ser “bonito”… -Defendía al momento que me sacaba la ropa de dormir.
– ¡A mí no me importa! –Gritó saliendo de la habitación -¡Tú siempre serás mi bebé Daniel! –Cerró la puerta de golpe refunfuñando.
–En serio que tengo un talento sobrenatural para atraer a mi vida mujeres problemáticas a mi vida… Digo, con carácter fuerte.
Después de eso tomé una ducha. Mientras me bañaba pensaba acerca de las cosas que habían pasado últimamente en mi vida, acerca de mi madre, mi padre, Aby… Esa persona. Salí del baño y comencé a arreglarme. Cuando terminé, Dora llegó nuevamente a mi habitación para decirme que mi padre quería verme. Me limité a mirarla sin emoción alguna, porque sabía que no era culpa de ella la mala relación que él y yo teníamos.
– ¿Qué necesitas? –Pregunté una vez llegué a su despacho. Él estaba sentado en su silla de cuero, vestido de traje y con el cabello perfectamente acomodado. Estaba leyendo unos papeles, así que ni siquiera me miró cuando entré o cuando le hablé.
–Sólo quería saber que tal te está yendo en tu nueva escuela… -Dijo con el tono más indiferente y falso que alguien pudiera tener –Acabamos de pasar por un momento difícil, así que no debe ser fácil para ti relacionarte con los demás.
–Estoy bien, no tienes que hacer preguntas que no te interesan. –Me di media vuelta, dispuesto a salir de ahí.
–No lo olvides, Daniel, no olvides tu propósito… Naciste para sucederme. –Me miró a los ojos. –Te queda solamente un año para disfrutar el ser un niño, después de eso tendrás que comenzar a prepararte… No puedes escapar de esto, no tienes derecho a la libertad.
–Sí, lo sé… No dejas de recordármelo nunca –Espeté antes de que continuara. Salí de su despacho y me marché de casa.  
Dos horas más tarde me encontraba en clase. Aby se sentaba a un lado de mí, así que podía molestarle en las clases. Al principio se exaltaba, pero al paso de los días se le hizo normal, al punto que me agarraba a golpes cuando el maestro no estaba mirando.
Desde aquel día, en el parque, el tiempo se había pasado relativamente rápido. Ella y yo acordamos no mencionar nada de eso, o por lo menos intentar que se quedara en el pasado.
Mis días se habían vuelto luminosos, llenos de vida. Esa fue la segunda vez que me sentí como un humano. Sentía que podía hacer lo que fuera, que podía tener pensamientos y sentimientos propios. Había encontrado de nuevo a alguien especial… Otra vez había vuelto a ser yo, sólo yo… No Daniel Guro.
– ¿Qué te pasa? –Me preguntó Aby, con quien estaba en la cafetería de la escuela.
–Estaba pensando… -Respondí. Entonces me percaté de lo linda que era.
Su cabello café estaba brillando, ya que los rayos del sol le pegaban directamente. Sus ojos oscuros estaban puestos en mí… Y me atravesaban. Quería tocar su rostro, sentir su piel pálida… Pero la asustaría, así que me contuve.
–Ahora que lo pienso… No sé nada de ti –Dijo con un tono preocupado, como si la idea de que yo supiera mucho de ella la estresara.
–Sí… -Solté mientras afirmaba con la cabeza. -¿Qué quieres saber? Te lo diré todo.
–No lo sé, no hay algo en especial. –Miró hacia los lados, en busca de algo. Volvió a mirarme y preguntó: -¿Qué tal sobre “esa persona”?
– ¿Quién? –No pude evitar preguntar, pues en ese momento realmente no sabía de quién estaba hablando.
–Sí, esa persona… La que mencionaste esa vez, la que se parece mucho a mí –Expuso mientras tomaba del refresco que tenía. –Quiero saber…
–Ah, claro, claro –Dije al fin, puesto que había recordado de quién me hablaba. –Sí, “esa persona”… O más bien él. –Me recargué en la silla y comencé a pensar en porque le había dicho en primer lugar que eran tan parecidos. –Pues…
Recordé mis pensamientos de esa mañana. Mis ojos en el espejo, y lo nublados que me habían parecido… Tan asquerosos, como yo. Me había dado cuenta de lo sucios que eran mis verdaderos sentimientos, y que tenía que esconderlos, a toda costa. Nadie podía saber cómo era mi interior, ni mi padre, ni Dora, ni él… Y mucho menos Aby.
–Tal vez en cuanto a sus personalidades no sean tan iguales –Dije una vez pude librarme de mis pensamientos–. Pero sus esencias son las mismas… Los dos igual de fuertes, de decididos… De brillantes.
–¿Qué dices? Yo no soy para nada así… –Murmuró.
–¿Crees que alguna vez el sol ha intentado mirarse a sí mismo? –Le pregunté a manera de hacerla entender sobre su error.
– ¿Cómo podría saberlo?
–Pues es obvio que no puede mirarse a sí mismo –Afirmé–. Porque nadie puede mirar hacia el sol, ni siquiera el mismísimo sol. Todos sabemos que está ahí, no nos acercamos, no lo miramos, pero sabemos que está ahí, aunque sí podemos sentirlo. Ninguna persona en capaz de tocar el sol, nadie puede tenerlo entre sus manos. –Pensé en él, mi querido mejor amigo. –Sí, tú y él son como el sol… Pero como dije antes, en su personalidad son muy diferentes –Aclaré mi garganta y comencé a pensar en eso–, por ejemplo, él es amable y tú no, él es tranquilo… Paciente, y tú no, si ustedes dos estuvieran en una relación… Probablemente él cuidaría siempre de ti, mientras que tú siempre le darías problemas…
–Tengo unas ganas infinitas de patearte en este momento –Bufó apenas terminé. Su ceño estaba fruncido y tenía la boca con un puchero, me dio tanta risa que no pude evitar reírme a carcajadas. –Eso está mejor… –Dijo de repente.
–¿Eh? –Solté por reflejo.
–Desde la mañana estás ido… Creí que algo malo te pasaba –Expuso con un tono de ligera preocupación, mientras miraba hacia otro lado. –Pero veo que estás bien, o por lo menos lo suficiente como para sonreír… La gente como tú siempre debe sonreír.
Mi miró con los ojos llenos de… No lo sé. Sólo sé que el pecho se me hizo un nudo. Tenía ganas de gritar, de llorar, de salir corriendo. ¿Por qué tenían que ser así las cosas? ¿Por qué diablos las cosas no podían ser fáciles? ¿Por qué tenía que tener la cabeza llena de tantas cosas? Debía sonreír cuando lo sintiera, gritar cuando lo quisiera, llorar cuando lo necesitara… Amar cuando pudiera.
–Sí, tienes razón… –Me levanté de la silla, dispuesto a irme. –La gente como yo siempre tiene que sonreír.
–¿Te vas? Aún nos falta una hora de clase.
–Sí, lo siento, tengo algo que hacer.
Dejé a Aby sola, pero cuando me iba pude ver como sonreía, como si supiera que al fin había salido del hoyo al que me había metido. Corrí a toda velocidad a mi casa, intentando aprovechar el tiempo en que mi padre todavía no llegaba a ésta.
Cuando llegué todo estaba en silencio, así que entré a hurtadillas, pero Dora pudo percatarse de mi presencia.
–Estoy segura que esta no es la hora de salida –Dijo apenas mi vio.
–¡Dora! ¡Necesito pedirte un favor! –En ese momento había sido totalmente favorable que fuera sólo Dora quien me encontrara, puesto que la necesitaba para llevar a cabo lo que tanto tiempo había estado evitando.
–¿Qué puede ser tan importante como para que te salieras de la escuela? –Preguntó con un tono de molestia.
–Necesito su número… No lo has tirado, ¿verdad? –Sus ojos se iluminaron, como si todo ese tiempo estuviera esperando escuchar eso. Corrió hacia la cocina y volvió rápidamente.
Nunca lo hubiera tirado, yo sabía que algún día lo necesitarías. –Me dio un papel algo arrugado, pero que aún mantenía su propósito.
–En serio que tengo un talento sobrenatural para atraer a mi vida mujeres increíbles… –Tomé el papel y corrí a mi habitación.
Me encontraba en mi cuarto, frente al teléfono, con el papel en la mano que contenía número, dirección y otros datos de él. Dudé por un momento si estaba haciendo lo correcto, pues no sabía si después de tanto tiempo me perdonaría el no haber intentado mantenerme en contacto.
Pero lo hice.
Marqué el número y la llamada entró. Estaba nervioso, puesto que no sabía siquiera que es lo que iba a decirle… Sólo quería hablar con él, escuchar su voz, saber cómo le iba, si se encontraba bien o mal, después de todo era mi mejor amigo.
Entonces lo escuché… A él.
–¿Bueno? –Sonó la voz al otro lado y casi al segundo pude saber con seguridad que se trataba de él. -¿Bueno? –Dijo de nuevo.
–Ehm… Soy Daniel… Fue lo único que pude decir.
–Vaya… -Dijo con su tono tranquilo de siempre–.Te tomó mucho tiempo, ¿cómo estás? 

sábado, 9 de febrero de 2013

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 2, parte 2.-




Había pasado casi una semana desde ese desastroso día para mí, y aunque al principio el chico nuevo decidió no darse por vencido, a nadie le gusta ser ignorado. No importaba que tanto esfuerzo hiciera por entablar conversación conmigo, yo simplemente pasaba de él y seguía con lo mío. Al cabo de unos días dejó de intentarlo, entonces la paz volvió a mi vida y a mi corazón.
O al menos eso creía yo.

Estaba de camino a casa, después de mi día en la escuela. Las clases estaban comenzando a ponerse un poco pesadas, ya que los exámenes estaban a la vuelta de la esquina. Sin embargo, hice una parada de camino a casa, justo en el parque que queda en el trayecto. Miré fijamente el gran árbol que estaba ahí; cuando me percaté de que nadie estaba cerca, lo escalé hasta que casi llegué a la cima. Admiré los alrededores desde esa gran altura, entonces todo me pareció pequeño… Incluso yo misma. Respiré profundo y cerré los ojos, mientras escuchaba todo. La vida seguía pasando, no se detenía, al igual que el aire que en ese momento se cruzaba por mi cabello.
Voltee hacia abajo; fue cuando los problemas comenzaron. Estaba demasiado alto, lo suficiente como para que todas las ganas por bajar desaparecieran de mí en un instante. No tenía ni idea de cómo había subido tanto, pero ahora no sabía cómo bajar. Vi a un hombre con traje de policía a lo lejos, pero no podía pedirle ayuda, ya que no estaba permitido subirse, así que tuve que mantenerme callada y esperar a que se fuera. Pasaron cerca de dos horas, hasta que por fin el policía se fue. Comenzaba a caer la noche; tenía que bajar de una vez por todas. Puse todo el cuidado que podía en ese momento, pero estaba cansada y hambrienta, además de que mis dedos comenzaban a astillarse de estar tanto tiempo agarrada a la madera. Al bajar comencé a estresarme; mis piernas y brazos tenían uno que otro raspón de las veces que pisé mal en las ramas, sin embargo, no era ese dolor el que me estaba haciendo llorar.
Recordé cuantas veces mi papá había venido a salvarme cuando me metía en problemas, él siempre estaba ahí cuando lo necesitaba, pero ahora ya no. Me encontraba completamente sola, sin nadie que pudiera escuchar mi voz. Entonces fue que pensé, que si caía desde esa altura tal vez podría morir, y así cumplir el cometido que años atrás había intentado. Las dudas y las lágrimas comenzaron a nublarme la vista, así que paré de bajar y miré hacia el suelo, que todavía se encontraba lejos de mis pies.
-Lo siento… -Murmuré con sincero arrepentimiento –Lo siento, mamá… Por haberme rendido hace tiempo, por haber querido abandonar todo. Fui débil, lo siento.
En ese lugar nadie podía escucharme, por eso seguí hablando, como si hubiera encontrado un lugar en el cual confesarme, y ese árbol fuera mi verdugo.
-Todo este tiempo he estado en arrepentimiento, por haber querido que no existieras, y por no saber la clase de monstruo que era él. –Continué bajando, pero seguía hablando –No sabía el infiero en el que te encerraste por nosotros, y yo sólo me dediqué a juzgarte, por eso es que decidí, hace tiempo, que te entregaría mi vida, que haría con ella lo que fuese que me pidieras, como pago por haberte hecho sufrir tanto, porque tal vez si yo no hubiera nacido, tú no hubieras tenido que quedarte tanto tiempo con él. Tu sonrisa, tus lágrimas, tu vida… Me encargué de deshacerme de todo, y ni siquiera lo sabía. Sin embargo… -De nuevo me detuve, esta vez estaba un poco más cerca del suelo, pero no lo suficiente como para dejarme caer. –Yo aún no puedo odiarlo, porque después de todo fue la persona que más amé. –Me limpié las lágrimas, que empeoraban mi vista, pero seguían saliendo sin parar. –Perdóname, mamá, por ser tan estúpida… Por no poder sentir desprecio por él, pero más que nada… Más que nada… Perdóname por querer ser feliz otra vez.
Esos pensamientos recorrían mi cabeza todas las malditas noches, como si quisieran que nunca olvidara. La culpa me recorría el cuerpo, me llenaba de dolor las viejas cicatrices y me había hecho cambiar de un día para otro. Me volví seca y solitaria, dejé de sonreír por felicidad, me convertí en una mentirosa, una falsa e incluso me alejé de mi propia familia, porque quería volver mi corazón completamente inmune a los sentimientos que pudieran traerme deseos propios otra vez. Cambié las cosas femeninas por unas sencillas, porque desde el día que vi la verdadera naturaleza de mi padre, los hombres me daban asco, no podía soportar estar cerca de ellos, y aunque con el tiempo había aprendido a controlarlo, la verdad es que ni siquiera pasaba por mi mente enamorarme.
  Me limpié la cara y seguí bajando, pero cuando estaba a punto de caer en la última rama, pisé mal y caí al suelo, o al menos eso había creído.
-¿Qué…? –Miré debajo de mí y vi a Daniel en el suelo, agonizando –No sé si golpearte por aparecer de repente o golpearte porque tus gestos y sonidos hacen que crea que estoy extremadamente pesada –Bufé mientras me ponía de pie.
-¿Qué tal hablar conmigo cinco minutos como pago por haberte atrapado? –Sugirió con una pequeña sonrisa, aunque seguía haciendo gestos de dolor.
-Eso no puede contar como atrapar, pero está bien, hablaré contigo –Sacudí un poco mi falda y le di una mano para que se levantara.
-He escuchado todo –Soltó de golpe, esta vez sin ninguna expresión en su rostro.
-¿Eh? –Fue lo único que pude decir, a pesar de que había entendido bien lo que dijo. Mi corazón se detuvo por un momento y no pude evitar mirarlo rápidamente con un claro gesto de susto. Teníamos aún las manos agarradas, y en el momento en el que vio mi reacción, sujetó mi mano con más fuerza, como si supiera que estaba a punto de huir.
-Desde el primer día que te vi me recordaste a alguien muy especial para mí –Dijo con un tono triste, mientras miraba melancólicamente el gran árbol. –Esa persona también, justo en este momento, está cargando con una culpa que no debe… Desde que nos conocemos ha tenido esos ojos tristes, junto con ese corazón endurecido que sólo le causa dolor cada día. Esa persona se está marchitando con el pasar de los segundos, y lo más desesperante es que no puedo hacer nada, porque no comprendo el dolor por el que está pasando, porque todas las palabras que pudieran salir de mi boca no son más que ruido para su corazón, porque por más que lo intente no puedo hacerle entender que es una persona que merece ser feliz, y que es demasiado joven como para tirar así su vida –Entonces me di cuenta que había soltado mi mano, pero por alguna razón sus palabras me tenían impactada, tanto que quería escuchar un poco más. –Abril… Probablemente creerás que soy un entrometido, que no entiende nada sobre su dolor, pero si hay algo de lo que estoy completamente seguro es que ni tú, ni esa persona nacieron para vivir atados al pasado. –Se acercó un poco más a mí y me miró a los ojos, sin ninguna sonrisa, sin ninguna mueca, sólo me miró. –Sé que nadie te ha dicho esto, y por eso seré yo quien lo haga… Tú… Tienes todo el derecho de buscar tu felicidad y encontrarla. Ya… -Me di media vuelta, porque sentí que estaba a punto de llorar de nuevo, pero permanecí parada y en silencio, porque dentro de mí sabía que quería escuchar lo iba a decir. –Te has lastimado suficiente.
-Mientes –Fue lo único que pudo salir de mi boca.
-No lo hago, no te mentiría con algo así. Si realmente creyera que mereces sufrir, haría tus cadenas más grandes.
El tiempo se detuvo, y mi mente dejó de funcionar por un momento. Sentí como si mi espalda se sintiera más ligera, el aire de mi cuerpo de repente se sentía completamente puro, y mis ojos soltaban las lágrimas sin parar, pero en ese momento ni siquiera me molesté en limpiarlas. El dolor dentro de mí se hizo más intenso, dolía tanto que creí que mi corazón iba a explotar.
-No es necesario que escondas tus lágrimas… -Me dijo, pero aun así no hizo ningún intento por mirarme.
-No puedo, porque prometí que nunca lloraría otra vez frente a alguien más y yo no rompo nunca mis promesas. –No lo miré, e incluso cubrí mi rostro con una mano.
-¿No es doloroso? –Preguntó.
-Lo es, pero está bien, puedo soportarlo. –Me limpié las lágrimas y di media vuelta. –No importa que tan doloroso sea, no romperé mi promesa.
-A la larga terminarás haciéndote daño… -Me miró con ojos tristes y después caminó hacia mí, seguido puso una mano sobre mi hombro. –Pero estaré aquí para ti… Cuando estés sufriendo por tus promesas, cuando ya no puedas soportarlo… Estaré para ti.
-¿Por qué? –Me atreví a preguntar, pero dentro de mí tenía la respuesta desde hace mucho.
-Porque eres igual a esa persona… -Respondió con determinación –Y quiero salvarte, al igual que a esa persona.
Después de eso pasaron algunos segundos hasta que volvimos a hablar, pero esta vez fue acerca de lo tarde que se había hecho. Nos marchamos a casa y en el camino hablamos de otras cosas, aunque realmente no tenían mucha relevancia. No estaba muy segura de eso, pero creo que es lo que llaman “el inicio de una gran amistad”. Al final, cuando estábamos a punto de ir por caminos distintos:
-Será mejor que desinfectes tus heridas cuando llegues –Me advirtió.
-Sí, sí… -Respondí con el mismo tono con el que lo hacía a mi madre.
-Bueno, creo que es hora de separarnos –Se paró frente a mí y después salió corriendo. -¡Nos vemos el lunes, Aby!
-¡¿A-Aby?! –Exclamé al escuchar el mote que me había puesto. -¡Espera, ¿quién te dio derecho?! –Mis gritos fueron en vano, ya que corrió a gran velocidad y cuando me di cuenta estaba bastante lejos. Al parecer sabía la reacción que iba a tener.
Llegué a casa, y como era de esperar mi madre estaba bastante molesta. Me reprendió cerca de media hora, mientras que mi hermano disfrutaba del show. Cuando terminó me fui a mi habitación. Seguí el consejo de Daniel y desinfecté mis heridas, fue entonces cuando noté que había recibido bastante daño, además de que tenía moretones de los golpes recibidos al caer. No lloré, ni nada parecido, tan sólo me quejé un poco, algo sorprendente en mí, que nunca pude con el dolor físico.
Terminé de atenderme y me metí a bañar. El dolor ahora era un poco más grande, ya que el agua caía de una vez en todo mi cuerpo, incluso pensé en no bañarme ese día, entonces recordé que no puedo dormir si no tomo un baño antes.
Fui a la cama. Después de aquel día no me quedaban muchas energías, por eso pude dormir rápidamente.

Me encontraba en un lugar completamente vacío. Vi a una persona a lo lejos, pero estaba acercándose. No podía verle el rostro, por más que intentara, y cuando estuvo cerca de mí no pude moverme. Nos quedamos parados el uno frente al otro. Entonces escuché las mismas palabras que Daniel había dicho:
“Desde el primer día que te vi me recordaste a alguien muy especial para mí. Esa persona también, justo en este momento, está cargando con una culpa que no debe… Desde que nos conocemos ha tenido esos ojos tristes, junto con ese corazón endurecido que sólo le causa dolor cada día. Esa persona se está marchitando cada día, y lo más desesperante es que no puedo hacer nada, porque no comprendo el dolor por el que está pasando, porque todas las palabras que pudieran salir de mi boca no son más que ruido para su corazón, porque por más que lo intente no puedo hacerle entender que es una persona que merece ser feliz, y que es demasiado joven como para tirar así su vida.”
    Escuchaba todo eso, como un gran eco. La persona y yo seguíamos en la misma posición, pero entonces algo cambió… Estaba llorando. No podía ver bien su rostro, ni siquiera distinguir si era hombre o mujer, pero lo que veía claramente eran sus lágrimas.
“Ni tú, ni esa persona nacieron para vivir atados al pasado. Sé que nadie te ha dicho esto, y por eso seré yo quien lo haga… Tú… Tienes todo el derecho de buscar tu felicidad y encontrarla. Ya… Te has lastimado suficiente.”
-Él dice que podemos ser felices… -Le dije al fin a la otra persona. Dio media vuelta y comenzó a caminar, entonces lo seguí. Iba cada vez más rápido y cuando me di cuenta lo había perdido. Miré hacia los lados, esperando volver a encontrar a esa persona, pero fue en vano.
Voltee de nuevo hacia un lado y pude ver a alguien. Me acerqué a la persona, y cuando estuve lo suficientemente cerca como para ver su rostro… Era yo, y tenía la cara llena de heridas. Me miró, pero se limitó a sonreír y decir: “gracias”.  Entonces lloró y después desapareció.
No entendí exactamente lo que había soñado, pero de algo estaba segura…

Había matado una parte de mí. 

lunes, 4 de febrero de 2013

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 2. Parte 1-


Capítulo 2. Mi error, mi redención


“Incluso si el dolor es insoportable, no desearé morir… Tengo que vivir y enmendar mi error, mi vida será mi redención.”

*Abril*

Daba miedo, en definitiva esa fiera mirada daba mucho miedo. No intento siquiera imaginarme que fuera para mí porque tal vez ya hubiera empezado a llorar.
Mi hermano había llegado a las seis de la mañana, borracho, en calzones y sin cartera. Mi mamá lo había estado esperando despierta, así que cuando mi hermano llegó no fue nada bonito. Gritos, gritos y más gritos, mi mamá estaba tan furiosa que ni siquiera le importó el no haber ido a trabajar para esperar a mi hermano, eso o tal vez realmente tenía flojera y no quería ir. Yo tan sólo observé desde la distancia mientras me preparaba para irme a la escuela.
Después de que terminara de reñir a mi hermano, tomó las llaves del auto y me llevó.
-¿Cuándo empiezan los exámenes? –Preguntó mi madre mientras miraba hacia el frente, ya que conducía.
-La próxima semana –Respondí rápidamente.
-Estudias –Sentenció.
-No.
-¡Abril! –Exclamó con molestia.
-¿Qué? –Solté con el tono más tranquilo posible. –Sabes que nunca estudio, me aburre.
-¿Cómo planeas sacar buenas calificaciones? –Cuestionó con desconfianza.
-No sé, como siempre, además ya te había dicho que nunca estudio, no entiendo de que te sorprendes –Expuse mientras me quitaba el cinturón ya que estábamos a punto de llegar. –Mira, tú tranquila, no bajaré mi promedio ya que me gusta mucho el dinero que recibo de la beca. No te preocupes, ya tengo 17 así que se bien lo que tengo que hacer.
-Aunque digas eso no dejo de preocuparme –Dijo y después soltó un suspiro.
-Tranquila, madre, tranquila, te están saliendo más arrugas.
-Abril… -Sostuvo el tono, como indicándome que se estaba comenzando a irritar, afortunadamente habíamos llegado ya a la escuela, así que abrí la puerta y salí del coche.
-En fin, nos vemos al rato –Dije, al salir del auto.
-Sí, ten cuidado –Soltó antes de que cerrara la puerta, pero entonces volví a abrirla para decirle otra cosa:
-¡Llevo el anillo de oro que me regalaron el año pasado, si me descuartizan ya sabes como identificarme! –Salí de casa.
-¡Abril! –Gritó mi madre en tono de reclamo desde adentro. No le gustaba que hiciera bromas como esas.
Caminé con toda la tranquilidad del mundo hacia la entrada. Entré y me dirigí a mi salón, en el camino me encontré a algunos conocidos, a quienes saludé para después seguir cada quien con nuestro camino.
Al llegar a mi salón de clases, entré y caminé hasta mi asiento, pero me topé con cierta sorpresa:
-Este… -Solté una vez estuve frente al chico que lo ocupaba.
-¿Si? –Preguntó con un tono inocente, mientras me miraba a los ojos, entonces pude notar que los suyos eran miel.
-Este… Ese es mi lugar. –Dije finalmente y puso un gesto de total vergüenza.
-¡Ah, discúlpame, en serio que no sabía nada! –Exclamó mientras se paraba de golpe y se hacia a un lado para que me pudiera sentar.
-No te preocupes, supongo que eres nuevo, así que por eso no sabes donde se sienta cada quien.
-Sí, ciertamente… -Respondió con un sonrisa.
-Y tampoco hubo NADIE que te pudiera decir que ese era mi lugar. –Miré furiosa a mis amigos que se encontraban a un lado, atacados de la risa mientras veían la escena.
-Te pido una disculpa de nuevo… -Dijo mientras se sentaba en la banca de a un lado. –Disculpa, ¿este asiento no está ocupado, verdad?
-No… -Solté y también tomé asiento.
-Me llamo Daniel, mucho gusto –Se presentó y me miró esperando que yo también lo hiciera.
-Abril.
Cuando dije mi nombre entró la maestra al salón. El chico este, Daniel, no tenía ni idea de nada, así que tuve que auxiliarlo la mayor parte de la clase. Al final, la maestra pasó lista y él se levantó para avisarle que era un alumno de nuevo ingreso.
-Daniel, vengo de España –Soltó mientras todas las miradas se mantenían en él.
Ciertamente, se podía notar en su acento, que no mentía acerca del país del cual venía. Parecía en estereotipo de personaje europeo, con ojos color miel y piel paliducha, su cabello era rubio cenizo y se veía que era mucho más suave que el mío.
El resto de la clase transcurrió con relativa naturalidad. De vez en cuando alguien le hablaba, pero sin duda alguna parecía soltar un aura de superioridad, aunque puede ser que sólo hayan sido prejuicios míos.
-Disculpa –Me molestó cuando acabó la clase, justo antes de ponerme mis audífonos.
-¿Qué pasó? –Pregunté con el tono más amable que pudo salirme en ese momento.
-Me dijeron que tengo que ir a la oficina de  servicios escolares, ¿me puedes decir donde se encuentra?
-A un lado de la cafetería –Solté y luego recargué mi cabeza sobre la banca. Me puse los audífonos y pude escuchar un “Gracias” con ánimo de su parte. Levanté la cabeza y lo vi salir con entusiasmo del salón.
-¿Qué le pasa? –Pensé mientras cerraba los ojos. 
Recordé que las clases habían acabado así que tomé mis cosas, miré hacia la banca de a un lado y vi que las cosas de él seguían ahí. No sé porque, pero decidí esperar a que llegara para irme.
No fue muy larga mi espera, ya que minutos después entró al salón. Me miró con sorpresa por unos segundos, y cuando me percaté de esto tomé de nuevo mis cosas y salí del salón.
-¡Espera! –Gritó mientras tomaba su mochila y corría detrás de mí.
Ya me había puesto los audífonos, así que fingí que no lo había escuchado, a pesar de que no era así, pero entonces sentí su mano sobre mi hombro. Tuve que detenerme, así que me quedé mirándolo.
-Tú… -Soltó con un poco de ansias.
-¿Yo? –Pregunté, apurándolo a terminar su frase.
-¿Tú donde vives? –Terminó por fin. Quitó su mano de mi hombro en cuanto vio que la miraba con un poco de molestia.
-En el centro –Respondí, un poco más amable que antes; me había dado cuenta que no se iba a dar por vencido hasta entablar una verdadera conversación.
-¡Yo también vivo en el centro de la ciudad! –Exclamó con ímpetu, causando que las pocas personas que había alrededor nos miraran con rareza. -¿Por qué no vamos juntos? –Al parecer no se había dado cuenta de las miradas, ya que volvió a hablar con el mismo tono que antes.
-Sí, está bien –Dije antes de que siguiera gritando. Si hay algo que siempre he odiado, es llamar la atención.
Caminamos hacia el lugar donde se tomaban los taxis hacia el centro. Yo tan sólo iba escuchando lo que él decía; no paraba de hablar. Sin embargo, por alguna razón, sus temas de conversación no me fastidiaban, como casi siempre, he incluso alguna llegó a llamar tanto mi atención que llegué a responderle.
Ya que era el chico nuevo, iba a atrasado con las tareas, así que accedí a prestarle mis apuntes. Me agradeció con la sonrisa más grande que alguien me hubiera dado antes, o por lo menos que yo recordara.
Sonrió, sonrió y sonrió, una y otra vez él sonreía… Para mí. Por alguna extraña razón sentí como mi pecho se calentaba y las ganas de llorar me inundaron. Tenía amigos en mi salón, los cuales se reían de las cosas que decía y yo también reía cuando estaba con ellos, pero no eran las mismas sonrisas, ni siquiera se asemejaban, ¿es esta la felicidad que albergas cuando haces feliz a alguien más? Nunca lo había sentido, nunca me habían sonreído de tal manera, nunca nadie se había sentido tan feliz por una acción mía. Fue la primera vez que lo sentí, sentía que esa persona realmente se alegraba de mi existencia.
“Maldita sea”, pensé. Sentía húmedos mis ojos, pero la fuerte Abril no podía simplemente derrumbarse así, frente a aquella persona a la cual llevaba sólo unas horas de conocer.
-¿Abril? ¿Te pasa algo? –Preguntó al notar que yo no estaba prestando atención a su plática.
-No, no… -Solté apenas volví. Decidí que era mejor escapar de aquel lugar, antes de que las cosas se complicaran más. –Perdón, pero recordé que mi mamá me dijo que llegara temprano a casa hoy, me tengo que ir. –Salí corriendo- Nos vemos mañana –Grité mientras alzaba mi mano y me despedía a lo lejos.
-¡Nos vemos! –Fue lo que alcancé a escuchar de él.
Mientras corría sentía como una gran sonrisa se formaba en mi rostro, sí, estaba sonriendo desde el fondo de mi corazón, estaba realmente feliz, entonces pensé: “¿Cuándo fue la última vez que me sentí de esta manera?, ¿cuándo fue la última vez que corrí con tanta libertad?”
Me detuve de golpe y la sonrisa se borró de mi rostro. Las imágenes de aquel chico sonriendo abandonaron mi cabeza, como si hubieran sido espantadas por lo que se venía.
-Ah, ya lo recuerdo… -Avancé otra vez, pero ahora a paso lento, muy lento. –No olvides, Abril, no olvides… -Me dije a mí misma, regañándome por haber tenido un minuto de verdadera felicidad- No tienes derecho a olvidar, no tienes derecho a ser feliz, tan sólo sigue viviendo… -Me di cuenta de que ya estaba en la puerta de mi casa, saqué las llaves de mi mochila y abrí la puerta. –Tan sólo sigue sonriendo.
-Hola, amor –Saludó mi madre, que se encontraba mirando televisión en la sala (la cual esta frente a la puerta).
-Hola –Respondí mientras cerraba la puerta.
-¿Cómo te fue? –Preguntó sin apartar la vista del frente.
-Bien, bien… Por cierto, ¿por qué estás aquí tan temprano? –Cuestioné extrañada, después de todo eran cerca de las dos y ella sale a las tres del trabajo.
-Recuerda que no fui al trabajo por esperar a tu hermano.  
-Ah… Cierto -Solté y después subí los escalones para dirigirme a mi cuarto.
-¡La comida ya va a estar lista! –Gritó desde abajo, pero aun así pude escucharla bien.
Cerré la puerta de mi cuarto con seguro, como siempre, después me acosté sobre la cama, necesitaba poner mis ideas en orden, volver a ser yo misma, tenía que acomodar de nuevo los pensamientos, sentimientos, recuerdos, sonrisas y lágrimas que aquel chico había desacomodado por completo. No podía permitir que un completo extraño destruyera eso por lo que me había estado esforzando.
Bajé a cenar con mi mamá y mi hermano. Tuvimos la típica plática acerca de nuestro día, no había nada fuera de lo normal. Obviamente no le mencioné a mi madre que había conocido a aquel chico, más bien no le contaba de nada importante, sólo de vez en cuando las cosas graciosas que pasaban en la escuela. Intentaba no preocuparla, no hacer más grande su estrés, ya había hecho suficiente con culparla de que mi papá se fuera, años atrás.
Eso es, había decidido que haría todo lo posible para darle la vida más feliz, no importaba cuanto me costara.

Autocompasión.

Sí, era probablemente eso. Cuando hacía cosas para mamá siempre pensaba en lo triste que era mi vida, siempre esperando que alguien se diera cuenta de lo desgraciada que era. Soy patética, realmente lo soy, porque a pesar de que he decidido renunciar a mi felicidad… A pesar de eso yo… Todavía espero que alguien venga a hacerme feliz.