lunes, 13 de agosto de 2012

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 1. Parte 2-

       Capítulo 1. Cuando quise dejar de llorar
        



        Las clases transcurrieron con normalidad, o por lo menos hasta que el receso acabó.
        A mitad de la clase, una mujer tocó la puerta y le pidió a la maestra un minuto de su tiempo. La maestra dejó el frente y fue a la puerta, después de que hablaron la misteriosa mujer entró al salón y se puso al frente de todos.
        -Chicos, mi nombre es Larissa, y soy la nueva psicóloga. –Se presentó con un tono suave y pintoresco. Nosotros nos mirábamos mutuamente, como si buscáramos respuesta en los ojos ajenos. –No sé si recuerden que hace una semana se les hizo escribir algunas cosas en una hoja. –No fue muy difícil recordar, ya que en esa hoja decía que debíamos escribir lo que más nos había causado daño  y que no podíamos olvidar, yo escribí lo de mi papá, aun si era tonto contarle eso a una hoja. –Bueno pues… los nombres que voy a mencionar, son de las personas que necesito que me acompañen. –Puso la hoja que llevaba frente a ella y comenzó a leer. –Amanda Arango, Roberto Beltrán, Rosa Martínez, Gabriel Rosales, Abril Román y Dana Morales. Por favor, las personas que mencioné, salgan del salón.
         Hicimos lo indicado y después ella hizo lo mismo. Nos llevó a una oficina que estaba al fondo del pasillo, que ciertamente nunca había visitado.
        -Bien, amores, necesito que se sienten en el suelo. –Su tono ahora era un poco más suave que en el salón de clases.
        El piso estaba alfombrado, así que ninguno replicó. Todos miramos a nuestro alrededor, ya que era un sitio que hasta ahora no conocíamos. Las paredes eran color caoba, y la alfombra era café oscuro. Sólo había un escritorio y una silla detrás de él, aunque también estaba una puerta (una distinta a la que habíamos utilizado para entrar), pero nadie se atrevió a preguntar a donde llevaba.
        -De seguro se están preguntando porque los traje conmigo exactamente a ustedes.
        Acertó.
        -Bien, por sus caras puedo confirmar que así es. –Sonrió y luego prosiguió. –En la hoja de aquella vez, se les indicaba que escribieran que era lo que más les molestaba, les dolía, les fastidiaba, hasta ahora. Muchos escribieron que el que sus papás no los dejaran ver tele hasta tarde, otros el que sus hermanos los molestaran mucho, entre otras cosas, pero ustedes, ustedes chicos, están aquí, porque necesitan apoyo con los problemas que tienen en casa.
         ¿Eso quería decir que estábamos locos o que para allá íbamos?
         -Claro, no digo que los problemas de los demás niños no sean grandes, pero cada quien tiene un grupo en el cual habrá niños con problemas similares. Ahora, antes de continuar, todos ustedes deben de hacer una promesa conmigo. –Nos miró a cada uno con una seriedad extraña, y digo extraña porque su cara estaba muy cerca. –Deben de prometerme que nada de lo que se diga aquí va a decirse allá afuera, ¿ok?
          Todos prometimos no decir nada y después vino lo difícil, ella nos pidió que contáramos enfrente de todos, nuestro problema.
          Ese día confirmé lo grande y doloroso que podía ser el mundo. Me enteré de la enfermedad terminal del hermanito de Amanda, y de las peleas diarias de sus papás por la desesperación de estar a poco tiempo de perder a un hijo. Supe que Roberto vivía con sus tíos porque sus papás habían muerto en un accidente, él también nos dijo que aún los extraña y que procura que sus tíos no lo vean llorar para que no se preocupen. Rosa nos dijo que hacia mucho tiempo que no tenía una verdadera charla con su mamá, porque esta se la pasaba trabajando para darle una vida mejor, nos confesó que ella realmente quería decirle a su mamá que solamente quería pasar tiempo juntas. Gabriel nos dijo que hacía poco se había enterado que era adoptado, él amaba mucho a sus padres adoptivos, pero enterarse de que los verdaderos no lo quisieron fue un duro golpe. Antes de mí, fue Dana la que contó su problema. El de ella era algo horrible, y no digo que los otros fueran menos, pero el de Dana, era más bien grotesco, no por ella sino por su padrastro que la forzaba a hacer cosas que ni siquiera quiero mencionar.
           Cuando era mi turno para contar todo, miré hacia los lados y todos éramos un mar de lágrimas. No pude evitar llorar al escuchar las historias de mis compañeros, al ver su tristeza, que de alguna manera me hacía sentir comprendida.
           -Ahora vas tú, Abril. –Dijo la psicóloga con el tono más dulce posible. Ella no estaba llorando, porque supongo que en su trabajo muchas veces habrá visto eso, pero la simpatía que sentíamos todos con ella era lo suficientemente grande como para poder confesar nuestro dolor.
          -Si. –Respondí mientras me limpiaba la cara. –Hace unos meses murió mi abuela. –Levanté la vista y miré a mis compañeros, que me escuchaban atentamente. –Esa era la primera vez que yo me sentía así de triste. Creí que no iba a haber un sufrimiento peor para mí, creí que alguien como yo no merecía un sufrimiento mayor, pero me equivoqué. Hace unos días, perdí a la persona que era más importante para mí, y no es que haya muerto, es que simplemente desapareció. –De nuevo las lágrimas brotaron, esta vez ni siquiera me molesté en limpiarlas; con todo lo que había llorado últimamente, sabía que no iba a parar por un buen rato. -Mi papá no era ese monstruo, él era bueno, amable, cariñoso, él no era así, el padre que yo amaba no era así.
          -¿Así como? –Preguntó Dana que mostraba terror en sus ojos.
          -Él le ha pegado a mi mamá desde hace tiempo… no sólo eso, le es infiel todo el tiempo y es… es… una mala persona, pero yo también lo soy, porque no ayudé a mi mamá cuando pude. Soy una mala persona, soy igual que él. –Todos me abrazaron y lloramos juntos. Era una calidez impresionante, era como si de repente la soledad en mi corazón fuera sacada de él por un momento y tan sólo hubiera empatía. Comprendíamos el dolor del otro, sabíamos lo que era sentir rencor, tristeza, lástima, ira. Nadie dijo nada por un buen rato, y eso fue lo que más me hizo sentir feliz, que de la boca de nadie salió un: “pobre, que lástima, no te preocupes”, entre otras cosas que últimamente escuchaba a menudo. 
          Después de un rato, todos dejamos de llorar. Estábamos un poco más felices, al parecer todos necesitábamos llorar frente a alguien que nos comprendiera aunque sea un poco. La psicóloga nos dijo que al llegar a casa buscáramos algo que pudiéramos romper y en eso descargáramos todo el sentimiento que teníamos dentro.
          Esperamos un rato hasta que a nuestros ojos se les quitara un poco lo hinchado, después volvimos a nuestro salón. Desde entonces Amanda, Roberto, Rosa, Gabriel y Dana eran parte del mismo mundo que yo.
          Tengo entendido que ese día la psicóloga pidió al Director permiso para hablar con la madre de Dana, no sé exactamente que pasó después, pero ella se mudó el siguiente mes, y por consecuencia se cambió de escuela, no volvimos a saber de ella, pero de todo corazón espero que le vaya bien.
          Al volver a casa corrí a mi habitación en busca del objeto que sería víctima de mi tristeza. Encontré un peluche de un conejo, que mi papá me había regalado cuando cumplí siete. Lo puse justo en el medio de mi habitación y me puse de rodillas frente a él. Lo miré fijamente durante unos minutos, después tomé una de sus orejas y la alcé, acerqué las tijeras que tenía en la mano y cuando estuve a punto de cortar, vinieron a mí las memorias que tanto me estaba esforzando por olvidar. Recordé aquellos días donde mi papá llegaba del trabajo y yo lo recibía con un gran abrazo, también esas veces donde mis hermanos me hacían llorar llamándome “inútil”, “buena para nada”, “estúpida”, ya que siempre he sido algo torpe, pero mi papá siempre iba a buscarme a donde fuera que me escondiera y me ayudaba a volver a sonreír. Otra vez el dolor me inundó, el haber perdido a la persona que más amaba era un dolor que nunca imaginé sentir, o por lo menos no así. Estaba consciente de que algún día mi papá moriría, como todas las personas, pero podía estar segura de que faltaría mucho tiempo para eso, que cuando pasara yo sería lo suficientemente grande como para soportarlo.

       Nunca imaginé que moriría así.

       Lo maté, dentro de mí lo maté, y aunque lo hice, no pude deshacerme de su recuerdo. En ese momento el conejo representaba a él, al papá que tanto quise, y no podía matarlo, no de nuevo.
       Tan sólo lloraba frente a su recuerdo. No pude hacerle nada, no pude lastimarlo e incluso me daban ganas de abrazarlo y contarle sobre mi dolor, pero resistí.
       Tomé al conejo y lo metí en una caja, la cual guardé al fondo de mi armario, como si esperara que así se guardaran mis sentimientos. Dejé de llorar, tenía que bajar porque mi mamá me llamaba…
        
       La cena estaba lista. 

jueves, 9 de agosto de 2012

Nosotros los ricos, nosotros los pobres -Cuento corto-


      


      Recuerdo aquella vez, hace unos años, que iba en el carro con mi madre y mi hermano. Pasábamos por uno de esos mercados de mala muerte que están llenos de puestos de comida grasienta y gente pobre. Yo iba mirando por la ventana hacia afuera y de pronto vi a una pequeña niña dormida en un cartón, mientras que la que supongo era su madre, estaba a un lado con un bebé en brazos. Le dije a mi mamá, que iba conduciendo, lo que había visto y me respondió que eso pasaba en muchos lugares del mundo; todo era culpa de los adultos por tomar acciones irresponsables, después se lamentó de aquella pobre niña y del duro futuro que le esperaba. Mi hermano interfirió y le preguntó a mi mamá porque se lamentaba por aquella situación, le dijo que el mundo era cruel y que a cada quién lo que le tocaba. Yo tan sólo seguí mirando por la ventana, pensando que tal vez, comparada con la gente de ese lugar, yo era muy dichosa.
      
      Hace poco estaba en casa, viendo la televisión. Cambiaba y cambiaba de canal esperando encontrar algo que me gustara, hasta que llegué a un canal donde se dedican a sólo pasar cosas de la farándula. Salió un actor, de los grandes, que había comprado un “gato de Bengala”, el cuál cuesta casi medio millón de pesos, y sólo lo compró para poder matarlo y comerlo. “Qué tontería”, pensé, mientras me retorcía en mi propia insignificancia. Es decir, nunca me había faltado nada esencial, pero sin duda alguna mi vida no había estado llena de lujos.

      De nuevo recordé a aquella niña que dormía en el cartón y en todas las necesidades que tuvo que haber pasado. Tal vez hubo días en que no comía e incluso pasó por mi cabeza la idea de que ya estuviera muerta. Mientras que aquél actor gastaba esa gran cantidad de dinero en algo tan poco necesario.

      El dinero va y viene, dicen algunas personas poco materialistas, aunque algunas veces va más de lo que viene. “Rico” y “pobre” no son más que términos relativos. Día a día la gente nace en las calles y muere en las mismas, esa gente no corre con la misma suerte que aquella que nacen en cuna de oro. Pocas veces nos ponemos a pensar acerca de lo afortunados que somos, por tener un techo, comida, salud… vida. Queremos más, más, cada día más y no nos detenemos a razonar que tal vez lo que tenemos es suficiente.

      Me levanté de la silla donde había estado recordando todo aquello. Alcé la mano para que el mesero me trajera la cuenta y pudiera irme después de pagar. Me dio el papel con la cantidad, puse el billete y minutos después regresó con el cambio. Se había equivocado, me había traído diez pesos menos. No le tomé importancia y me fui de aquel restaurante sin reclamar.

      Probablemente aquella niña hubiera reclamado para que le dieran bien su cambio, pero de seguro aquél actor se habría ido incluso antes de que el mesero regresara con su cuenta. 

lunes, 6 de agosto de 2012

Algarabía de los sentimientos -Capítulo 1. Parte 1-


Capítulo 1. Cuando quise dejar de llorar.

*Abril*

Tengo un buzón de quejas guardado en el corazón… Aún nadie las lee, aún a nadie le interesan.

      Soy la menor de tres hijos, mis hermanos son dos hombres de siete y cinco años más que yo. Ya que la diferencia de edad es relativamente grande, se podría decir que no hemos llevado nunca una relación muy estrecha, aunque como en cualquier familia, las peleas eran el pan de cada día.
      -¡Mamá, Alberto me está molestando! –Grité desde la sala. Mi mamá estaba en la cocina, preparando la cena.
      -¡Alberto, deja a tu hermana, ya sabes que me molesta que esté gritando! –Exclamó con un tono de histeria. Mi hermano, que estaba jalando mi cabello, se detuvo refunfuñando.
      Desde que tenía memoria, mamá siempre había tenido ese carácter frío, que hacía que algunas veces pareciera que nuestra presencia le molestaba. Yo era de esas niñas que lloraban por todo, incluso al más leve provocamiento.
      Habían pasado dos meses desde la muerte de mi abuela. De alguna manera el dolor había disminuido, pero el recordar aún causaba tristeza. Y para empeorar todo, hacia una semana que mis padres nos habían dado una noticia que cambio mi vida para siempre, y que fue lo que inicio toda una tormenta: iban a separarse.
      Ese día, yo estaba viendo televisión en la sala, y mis hermanos estaban en su cuarto jugando videojuegos. Recuerdo que vi como mamá subió las escaleras y, cuando llegó a la habitación de mis hermanos, me gritó desde ella pidiéndome que fuera también. Cuando llegué nos sentó a todos cerca, uno del otro, e intentando encontrar las palabras, dijo:
       -Sé que esto es repentino para ustedes. –Parecía que las palabras estaban cargadas de agujas en su garganta, ya que con cada una, su gesto se hacia más doloroso. –Su padre y yo ya lo hemos hablado, y llegamos a un acuerdo.
      -Dilo de una vez, mamá –Soltó Cristian. Por su tono y su mirada, se podía deducir que él ya sabía de que hablaba mamá, ya que era el mayor, habían varias cosas de las cuáles él estaba enterado, cosas que Alberto y yo no sabíamos.
      -Espera, no quiero que suene muy brusco. –Esta vez sonaba desesperada, como si quisiera evitar a toda costa decirnos. –Su papá…
      -¿Qué pasa con mi papá? –Pregunté un poco impaciente.
      -Él y yo vamos a separarnos, de hecho va a irse de la casa –Dijo sin más rodeos.
      -¿Papá… va a irse? –Pregunté como si esperara que me dijera que no era verdad, aunque sabía muy bien que mamá no bromeaba. Las lágrimas comenzaron a brotar aun sin su respuesta. Una tristeza enorme me inundo. ¿Por qué mi papá tenía que irse? ¿Qué había hecho él? ¿Por qué no era mamá la que se iba?
       -¡¿Por qué, mamá?! ¡¿Qué te ha hecho él?! ¡Déjalo que vuelva! –Grité, seguido de otras cosas que eran en su contra.
       Ella tan sólo nos abrazó, como si eso fuera suficiente para compensar lo que había causado. Era mi mamá, y hasta ese momento la quería, pero después de eso, sentí que dentro de mí, comenzaba a despreciarla. Su trato había sido siempre frío y nunca jugaba con nosotros, parecía que no nos quería algunas veces; aun así yo sí a ella, pero eso no se lo podía perdonar, no podía perdonarle el haberme quitado a mi persona más querida.
       Papá habló con nosotros al siguiente día, sólo para confirmar lo que mamá nos había dicho. De nuevo comencé a llorar, pero esta vez me abracé muy fuerte a él y le pedí que no se fuera, le dije que lo necesitaba a mi lado, que no quería que nos dejara. Pero mis peticiones fueron en vano, ya se había tomado una decisión y las palabras de una niña no cambiarían nada. Ellos eran adultos, yo sólo era una mocosa.
      Los días posteriores se llenaron de nada. Mi vida se había vaciado, era como si me hubiera convertido en un fantasma. Mi madre se veía un poco más alegre, incluso viéndola parecía como si se hubiera curado de una enfermedad. Yo había visto a mi papá, pero ya no podía ser tan seguido como antes.
      Un día cuando regresé de haber ido a visitar a mi abuelo, me encontré a mi mamá llena de moretones. Cuando le pregunté que le había pasado, me respondió con una sonrisa: “Me caí de las escaleras”. Me acerqué a ella, temerosa de lastimarla, y acaricié su rostro, dejando atrás por un momento el desprecio que había comenzando a crecer. Fui corriendo por todas las cremas que se encontraban en la casa, después le dije que se acostara en su cama, que yo me encargaría de cuidarla. Destapé cada una de las cremas y las unté en sus moretones. Ella tan sólo sonreía y me daba las gracias, aun si no ayudaban en nada, ella me daba las gracias.
      No sabía porque, pero verla en ese estado, me hacia creer que me mentía. No era que no fuera posible que se cayera de las escaleras, pero sus ojos me causaban tristeza, como si ocultara algo.
      El resto del día intenté atenderla lo más que pude, y cuando llegó la noche dormí a su lado, ya que su cama estaba sola desde que papá se había ido.
      Después de unas semanas, los moretones de mamá desaparecieron, y todo había vuelto a como era antes de ese accidente. Se veía más llena de energía e incluso jugaba algunas veces conmigo cuando llegaba de su trabajo. Con el tiempo tuve que aceptar el hecho de que papá ya no iba a volver a la casa. Mi vida había cambiado drásticamente, pero no era nada a lo que no me pudiera acostumbrar. Papá iba por mí en las mañanas para llevarme a la escuela y en las tardes me recogía la muchacha que ayudaba en la casa. Cuando mamá llegaba del trabajo, comíamos mis hermanos, ella y yo juntos.
      Una noche, que los cuatro mirábamos televisión, papá tocó a la puerta. Cuando mi hermano fue a abrirle, entró rápidamente y después de una pequeña charla con mi mamá, se despidió.  
      -Levántate temprano mañana, Abril. –Su tono sonaba serio, como si me estuviera reclamando.
      -Pero si yo me levanto temprano, a veces eres tú el que llega tarde. –Defendí mientras me levantaba del sofá para verlo a los ojos y, cuando estuve frente a él, pude oler su aliento, que claramente daba a entender que había estado bebiendo.
      Se acercó rápidamente a mí, como si fuera a golpearme, pero mi mamá se levantó se puso frente a mí.
       -No vas a pegarle a mi hija. –Soltó antes de recibir a recibir las bofetadas de mi papá.
       Yo tan sólo me quedé inmóvil, viendo como él no detenía los golpes. Mis hermanos se levantaron de sus asientos e intentaron detenerlo, pero lo único que podía hacer era intentar recibir por ella los golpes, con sus cuerpos no era suficiente para detener al monstruo que había poseído a mi papá.
       Patadas, bofetadas, puñetazos, maldiciones, todo eso mi mamá recibió, en un movimiento incluso la tomó por los cabellos y la arrastró por el suelo, seguido de una patada que la dejó sin poder moverse. Mi mente estaba en blanco, no podía moverme, tenía miedo. Las lágrimas eran lo único que podía producir… ni siquiera podía gritar. Mi cuerpo ya no me pertenecía a mí, el miedo se había apoderado. No quería salir lastimada, así que no hice nada, tan sólo observé, como una cobarde. ¿Qué importa si no podía hacer nada? ¡Yo tenía que ayudar a defenderla, pero no hice absolutamente nada! ¡No me moví, no grité, no ayudé en nada!
       Cuando por fin se detuvo, dejó a mis hermanos y a mi mamá tirados en el suelo después de haber recibido todo su enojo. Se acercó a mí y me tomó por los hombros. Yo estaba muerta de miedo, no pude siquiera intentar soltarme. Mi mamá se levantó como pudo e intentó acercarse a mí, pero su cuerpo no estaba en las condiciones aptas para que lo hiciera, así que volvió a caer al piso, mientras le pedía una y otra vez a mi papá que no me hiciera daño.
       -Esto es tu culpa, ¿ves lo que causas? –Soltó con seguridad. Me tomó por el rostro y me hizo voltear a verlos. –No debes hacer estas cosas, los lastimas. –Después de decir eso, me soltó, y se fue de la casa. Yo seguía sin poder moverme, así que mamá se acercó a mí, sacando fuerzas de no sé donde y me dio un abrazo.
      -No es verdad, no es tu culpa. –Dijo con un tono amable, mientras me acariciaba la cabeza. No pude evitar llorar más que antes, con la diferencia de que ya podía moverme y hablar.
      Mis hermanos también se levantaron y se sentaron en los sillones, mientras intentaban recuperar el aliento. Ellos también tenían el rostro lleno de lágrimas, pero su orgullo de hombres les impedía dejar que mi mamá y yo viéramos totalmente eso.
      -Lo siento… -Fue lo primero que dije cuando volví a tener el control de mi cuerpo. –Lo siento, mamá. Perdóname –Rogué y correspondí a su abrazo, esperando que así su dolor disminuyera. – ¡Lo siento! –No podía controlarme, yo sólo quería que su dolor se fuera. Los moretones habían llenado su cuerpo nuevamente, pero esta vez pude ver otras heridas, que aún tenían sangre saliendo de ellas. Su labio estaba roto, pero eso no le impedía que siguiera diciéndome que no era mi culpa.
      Después de un rato me calmé y la ayudé a subir a su habitación. Volví a bajar y ayudé a mis hermanos, seguido hice lo mismo que la última vez: busqué todas las cremas que había en casa y las llevé al cuarto de mi mamá. De nuevo le puse en cada moretón, pero esta vez con lágrimas en los ojos.
      



       Había entendido porque tuve ese sentimiento cuando me dijo que se cayó de las escaleras. No pude evitar avergonzarme de mi estupidez, por no haberme dado cuenta aquella vez. Me pregunté cuantas veces había pasado eso antes, cuantas veces ella tuvo que tragarse su dolor y hacer como si todo fuera bien, por cuantos años estuvo con alguien que todo lo que hacía era lastimarla, y entonces me di cuenta porque ella no sonreía cuando aún estaba con mi papá, ¿cómo podría alguien sonreír en condiciones como esas? Yo había sido una tonta, porque la había culpado de todo, siendo que ella lo único que hacía era protegernos, intentar proteger nuestra vida de felicidad. Ese día, todo lo que podía salir de mi boca, eran palabras de disculpa.
      Volví a dormir con mamá ese día, porque sentí que si no lo hacía, ella probablemente desaparecería. Tal vez no fue la mejor decisión, tal vez debí haberla dejado sola para que pudiera llorar tranquila, pero en ese momento, todo lo que yo deseaba, era estar a su lado.
      -Voy a apagar la luz ahora, mamá. –Dije cuando me levanté de la cama y me acerqué al interruptor.
      -Si. –Soltó con una sonrisa en el rostro.
      Corrí a la cama y me aventé a ella. Me acomodé entre las sábanas y cerré mis ojos, esperando tal vez, que todo hubiera sido una pesadilla, pero antes de que pudiera conciliar el sueño, mamá habló.
      -Abril… -Murmuró. -¿Estás despierta?
      -¿Qué pasa? –Pregunté casi al momento de que terminó la última palabra.
      -Quiero contarte algunas cosas. –Expuso como si hubiera cometido algún pecado imperdonable y yo fuera el sacerdote al que se confesaba.
      -Dime… -Dentro de mí sabía que hubiera mejor negarme a escuchar lo que ella tenía que decir, pero no podía darme el lujo de hacerlo. Sabía que eso que iba a contarme le causaba daño, y que decírmelo iba a hacer que disminuyera, aunque sea un poco, el peso que eso traía consigo. Me armé de valor, el valor que me había faltado esa misma tarde, y escuché lo que tenía que decir. 
       -Cuando me casé con tu papá estaba realmente enamorada. Tan enamorada que incluso acepté el hecho de que él tuviera otra hija.
       Así es, en un día que papá fue a recogerme para llevarme a la escuela, me confesó que tenía otra hija, y que le haría muy feliz que algún día nos conociéramos y nos llevásemos bien. En ese momento no supe como reaccionar, pero realmente no veía como mala esa situación.
       -Después de unos meses de nuestra boda, me embaracé de Cristian. En ese momento aún estaba enamorada de él, pero eso se comenzó a marchitar cuando me dijeron que se veía con otras mujeres, no supe que hacer, así que hice como si nunca me hubiera dicho nada. No tenía a donde ir, como sabrás mi mamá murió cuando yo era niña, y mi abuela, que fue la que me crió, ya estaba muy grande como para cuidar de mí, ya que me casé muy joven, a los diecinueve, para ser exacta. Sin un trabajo, ni un futuro, me aterraba el enfrentar a tu papá y quedarme sola, además de que tu hermano estaba por nacer y no podía darle una vida llena de sufrimiento. –Mientras me confesaba todo, las luces del cuarto seguían apagadas, yo tan sólo veía con dificultad su cabello negro y rizado, y escuchaba como de vez en cuando soltaba los ruidos que hacemos cuando lloramos. –Así que seguí con él, a pesar de que sus aventuras cada vez eran menos discretas, llegué a pensar que ya ni siquiera le importaba que me diera cuenta. Nació tu hermano e intenté refugiarme en mi amor por él, dos años después me embaracé de Alberto y cuando me recuperé me di cuenta de que ya no amaba a tu padre para nada. Crié a tus hermanos con todo el amor que pude, pero sé muy bien que los años me amargaban y que incluso llegó un tiempo donde dejé de sonreír. Pensé en separarme de tu padre, a pesar de que nada había cambiado, pero tu abuela se dio cuando de esto y me persuadió, haciéndome ver el futuro amargo de mis hijos, así que me quedé junto a él y después de cinco años, naciste tú, la niña, yo siempre quise tener una hija, así que me sentí muy feliz cuando naciste, pero en ese entonces ya no era suficiente el dinero, así que entré a trabajar. Lo siento, no pude criarte igual que a ellos, soy consciente de eso. –Se disculpó y yo tan sólo guardé silencio. –Los años pasaron relativamente lento para mí, a pesar de que el trabajo era una gran distracción, pero había algo que no podía evitar, tu padre. Ya ni siquiera recuerdo porque fue la primera vez que me pegó, incluso ya perdí la cuenta de cuantas veces lo hizo. –Su llanto cada vez era más sonoro, pero yo intenté soportar el mío, no era mi momento de desahogarme. –No sólo me engañaba, también me pegaba e insultaba. Era un infierno el que me hizo vivir, lo siento por desquitarme con ustedes, pero es que la desesperación de no poder huir era frustrante a más no poder. Tal vez esto suene cruel, pero sólo cuando tu abuela murió pude por fin liberarme, por eso es que hasta ahora me separé de él. Lo siento, Abril, por decirte esto a ti.
       -¿Por qué te disculpas? –Pregunté intentando sonar tranquila. –Tú no tienes la culpa, todo lo que hiciste este tiempo fue protegernos, ya no es necesario que sigas soportando, yo soy fuerte así que puedo resistir el que ya no estén juntos, no te preocupes, todo está bien ahora.
       Después de eso, ella siguió llorando hasta quedar dormida, pero yo no pude hacer lo mismo esa noche. Me quedé pensando en todo lo que había dicho, en todo el sufrimiento que había pasado, y en como la había juzgado sin conocer bien nada.
        -Soy una mala hija. –Descargué toda mi frustración en lágrimas. Me sentía la peor persona del mundo, no sólo por haber culpado a mamá por los problemas que había desde la muerte de mi abuela, sino también porque mi amor ciego por mi papá, no me permitió darme cuenta de la persona que realmente era.
         
         

         
       Pasaron unas semanas antes de que volviera a ver a mi papá. Una mañana llegó sin aviso, y me dijo que iría con él a la escuela. Desde el día que golpeo a mamá, era ella quien me llevaba en las mañanas, quiero creer que él había tenido siquiera un poco de pudor al no pasarse por la casa después de lo que había hecho.
       Cuando íbamos en el auto, ninguno de los dos soltaba palabra alguna. Mirábamos de frente, o por lo menos yo lo hacia, hasta que él rompió el silencio.
       -¿Cómo has estado? –Preguntó como si nada hubiera pasado. Tenía ese tono alegre de siempre, que en ese momento, en lugar de agradarme, me irritaba.
       -Bien. –Respondí cortante.
       -¿Cómo vas en la escuela? ¿Sigues sacando buenas calificaciones?
       -Si. –De nuevo preferí una respuesta corta. Sentía que si salían más palabras de mi boca, los sentimientos se desbordarían, probablemente era más el deseo de no querer llegar a la escuela con los ojos llorosos. 
        Llegamos al frente de la escuela. Bajé rápidamente del auto, y tan sólo escuché como él soltó un “Adiós, te quiero.”, desde adentro. 

jueves, 2 de agosto de 2012

Algarabía de los sentimientos -Prólogo-




*Abril*
      
      Miré por la ventana de mi salón de clases. Mi asiento se encontraba cerca de esta, así que a diario me iba a visitar uno o dos mundos por medio de ella. En ese momento imaginaba que estaba subiendo una gran escalera, con más de mil escalones. Subía y subía, hasta que por fin llegaba a la cima de esta. Me encontraba con mi abuela paterna, ella estaba completamente vestida de blanco (lo que hacía que el tinte rojo de su cabello resaltara), y cuando me veía llegar agitada, se acercaba lentamente a mí y me tomaba la mano.
      -Abril…–Dijo con un tono suave y después me soltó mientras se alejaba lentamente.
      Mi compañera de a un lado me tomó bruscamente por el hombro y me sacudió.
      -Abril, Abril… te habla la prefecta –Escuché que dijo. Me paré aún un poco confundida de mi lugar y caminé hacia la salida.
      -Ah, ven con tus cosas; tus padres vinieron por ti –Soltó la prefecta desde la puerta.
      -¿Mis papás? –Pensé con asombro. Ya estaba completamente en mis cinco sentidos, por eso es que pude sorprenderme por lo que acababa de escuchar. En ese momento estaba en tercero de primaria, pero aun así podía comprender que cuando mis padres iban por mí a la escuela, significaba que algo grande había pasado.
      Llegué a donde ellos se encontraban y me dieron un gran abrazo. Mi mamá se veía con ganas de llorar y papá tan sólo no tenía su sonrisa habitual. Nos fuimos de la escuela y no tardamos ni diez minutos en llegar a un lugar totalmente desconocido para mí. Bajé del auto y entré al lugar. Estaban ahí muchos de mis familiares, incluso algunos que tenía tiempo no veía y que a duras penas recordaba sus nombres.
      El ambiente estaba totalmente apagado. Mi tía Paula estaba en una esquina llorando y, mis hermanos, Cristian y Alberto, se abrazaban a sí mismos mientras berreaban, mi abuelo estaba sentado cerca de la ventana, mirando a través de ella con una pequeña sonrisa forzada.
      Me acerqué a mi prima, dos años mayor que yo, y le pregunté que era lo que pasaba:
      -Nuestra abuela se murió. –Lo dijo con un tono tranquilo e incluso sonreía, así que me fue difícil creerle. 
      -Ya, en serio, ¿por qué estamos aquí?
      -Abril, esto es una funeraria –expuso mientras me tomaba de la mano y me llevaba cerca de la puerta—, eso significa que alguien murió, esa persona es nuestra abuela… mira. –Señaló una pizarra donde estaba el nombre de mi abuela. —¿Ves? Aquí está su nombre, eso significa que la traerán pronto para velarla. Tú también fuiste a visitarla al hospital, ¿verdad?
      -Ah, sí… pero no me dejaron pasar por que estoy chica.
      -Bueno, pues estaba en el hospital porque enfermó y ahora se murió. –Soltó con desdén, todavía con esa sonrisa que estaba comenzando a irritarme.
      -¿Por qué estás sonriendo si mi abuelita se murió? –Cuestioné soltándome de su mano y comenzando a llorar. No quería aceptarlo, pero si mi familia estaba ahí, llorando, y el nombre de mi abuela estaba en la pizarra, no podía ser otra cosa.
      -¿Por qué tendría que llorar? Ella nunca me quiso. –Dijo como si no le tomara mucha importancia.
      No era que mi abuela no la quisiera, más bien no le parecía la forma en que su mamá la había criado. Se había hecho materialista e interesada sólo en lo que las personas poseían y no en lo que eran.  
      Después de un rato mi mamá se acercó a mí a explicarme la situación. Mi abuela había muerto el día anterior por la noche, y ese, efectivamente, era su funeral.
      Nunca llevé una relación realmente estrecha con mi abuela; siempre me dio miedo su aura de mujer fuerte, pero eso no significa que no la quería, algunas veces me regalaba dulces y me dejaba dormir en su regazo. Comencé a llorar a más no poder. Un extraño vacío se apoderó de mí, nunca antes lo había sentido, pero fue horrible.
      Al siguiente día fue el entierro, y unas ganas enormes de no dejar que la enterraran me invadieron. ¿Así se sentía que muriera alguien querido para ti? Pues es muy triste, no lo quería, no me gustaba.
      Recuerdo que los días posteriores al entierro, mucha gente fue a casa de mis abuelos a los rezos. Yo sólo observaba desde la distancia como todos daban palabras de aliento a mi familia y, después de comer los aperitivos, se iban. Si mi abuela era tan importante, ¿por qué no la visitaron mientras aún seguía con vida? ¿De qué sirve visitar a alguien que ya está muerta? ¿Acaso será capaz de escucharte? No. ¿Será capaz de agradecerte? No. ¿Eso significará que era una persona importante para ti? No.
       En ese momento creí que era todo el sufrimiento que iba a tener en mi vida. Creí que no era posible que Dios me castigara con más que eso. Ya había sufrido bastante por la muerte de mi abuela, merecía ser feliz el resto de mi vida, ¿no?
       Corrí hacia mi papá que venía caminando en dirección a mí, y cuando llegué con él, me dio un gran abrazo y me cargó, mientras me decía palabras bonitas para que mis lágrimas se detuvieran. Me aferré a él y sentí esa seguridad que siempre me proporcionaba. No había nadie que yo quisiera más que a mi papá, era mi todo, mi persona más querida, yo quería encontrar a alguien como él para casarme. Estaba segura de que era él mejor hombre del mundo. ¡Qué tonta fui! ¡Qué gran, gran, gran ilusa!
       Cuando toda la conmoción por la muerte de mi abuela se calmó, las cosas empeoraron, por lo menos para mí. Fue bastante “curioso”, porque la persona que yo creí que más me despreciaba, era la que en realidad más me amaba y me había estado protegiendo toda mi vida. La persona que yo más amaba, era en realidad un monstruo y toda mi vida… no era más que una farsa.
       Alguien que me amaba mucho se había preocupado por crearme toda una vida sin complicaciones, haciendo que yo creyera que me merecía la felicidad aún sin dar nada a cambio. Era como una burbuja, que me mantenía sin los pies en la tierra, que no me dejaba escuchar los gritos del exterior, que no me dejaba ver la realidad de la vida, era mi burbuja, y de un día para otro explotó. Sin aviso, sin engaño.

       Nada era como parecía.
       Nadie era como yo creía.
       No sabía que había sido realidad hasta ese momento.
       Lo siento. Fui una cobarde.
       Lo siento. No hice nada para ayudarte.
       Perdóname por ser tan egoísta.
       Soy de lo peor.
       Soy un monstruo como él.
       Me odio.
       Soy patética.
       ¿Por qué tuve que nacer?
       Perdón.

       Desde que me enteré de la verdad no he dejado de vivir en arrepentimiento. Cada noche es lo mismo, no hay sólo día donde no lo recuerde. El día que me enteré de la verdad…

miércoles, 4 de julio de 2012

D'Love -Capítulo IV-

Basta de definiciones, que comience la historia


°Gabriel°


Ella todo el tiempo lloraba, siempre… siempre. Por cualquier tontería, ella siempre lloraba. Y a pesar de que yo sabía eso, siempre me dolía verla así. Se hincaba en un rincón y lloraba en silencio, esperando no ser vista ni escuchada. Y yo, todo lo que podía hacer… era observar.
Era una mañana de sábado como cualquier otra. Yo estaba recostado en el mueble mirando televisión mientras comía cereal, Sam estaba en mi cuarto durmiendo y Chris tocaba la puerta una y otra vez.

-¡Gabriel! –Jodía y jodía, una y otra vez. -¡Gabriel, abre sé que estás ahí! –Exclamó desde afuera e hizo que Sam despertara. -¡Gabriel!
-¡Gabriel, abre de una maldita vez la puerta! –Gritó Sam desde adentro del cuarto.
-Los dos son un verdadero fastidio. –Parloteé molesto ya que me habían hecho pararme del sillón. -¿Qué quieres tan temprano un sábado, Chris? –Pregunté al momento que abrí la puerta y vi a mi amigo parado con una gran sonrisa.
-Así que Sam está aquí… -Dijo con un tono sugerente.
-Si, si… ¿Pero a que venías? –Pregunté intentando que se fuera lo antes posible.
-¡Sam! –Gritó de golpe cuando abrió la puerta de mi cuarto. -¡Despierta, flojonaza!
-Ah, Chris… no molestes. –Espetó Sam desde la cama mientras se tapaba aún más con las colchas.
-¡Vamos, levántate de la cama! –Chris me pasó y entró corriendo a la casa, rápidamente se dirigió a mi cuarto y en un abrir y  cerrar de ojos le quitó la colcha a Sam. -¡Vamos!
-¡¿Qué no entiendes que quiero dormir, maldito?! –Sam se levantó hecha una tigresa. Se lanzó hacia Chris y estuvieron peleando durante unos diez minutos aproximadamente. Cerré la puerta de la casa <<la cual había dejado abierta por ir a seguir a Chris al cuarto>> y me senté en el sofá a esperar que terminaran. Después de que se cansaron, declararon un empate y se sentaron en el mueble junto conmigo.
-¿Entonces? –Pregunté mientras seguía en el mueble comiendo cereal. -¿A qué venías, Chris? –Pregunté en un tono un tanto monótono.
-Pues…  -Soltó en un tono de niña pequeña que va a pedirle algo realmente caro a sus papás.
-Espera. –Espeté. Me levanté del sofá y me paré firmemente frente a él. –Nada de convenciones ni de anime, de karate, de artes marciales ya sean mixtas o por género, de box, de taekwondo, o alguna otra cosa que implique golpes, dolor, vestirse de algo o humillarse frente a multitudes de personas.
-Ok, prometo que no es na-
-Tampoco cuidar niños.
-¡¡POR FAVOR, GABRIEL!! –Gritó mientras se lanzaba a mis pies. -¡Tan sólo estaremos 2 horas en la guardería!
-No.
-¡Por favor! ¡Mi vecina me pidió que le ayudara ya que todas sus trabajadoras contrajeron gripe y no tiene quien le ayude! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Por favor! ¡Sam! –Miró a la dicha que se encontraba de nuevo durmiendo. Despertó de golpe al oír el grito de Chris. -¡Por favor ayúdame a convencer a Gabriel!
-Vamos, Gabrielucho… no puede ser tan malo. –Dijo en un tono calmado mientras se tallaba los ojos.
-Tú sabes que nunca he sido bueno con los niños. –Bufé mientras me metía mi cuarto.

Media hora después…

-No puedo creer como es que me convencieron para venir hasta aquí. –Solté molesto cuando estábamos en la guardería poniéndonos el uniforme de trabajadores.
-Sólo serán dos horas, no puede ser tan malo. –Expuso Chris al ver mi poco entusiasmo. A decir verdad nunca me he llevado bien con los niños, y no es que no me gusten es que yo no les gusto a ellos.
-Tiene razón, Gabrielucho, esta puede ser tu oportunidad para intentar llevarte bien con ellos. –Se metió Sam cuando terminó de cambiarse. Sólo suspiré y los tres salimos del cuarto, para dirigirnos hacia el salón en el cual ayudaríamos.

Una hora después…

-¡¡No puedo más, Chris!! ¡¡Me están matando!! –Grité a mi amigo el cual se encontraba en la misma situación que yo. Teníamos niños colgados por todas partes y estábamos a punto de morir, cuando Sam se paró arriba de una sillita y gritó a todo pulmón.
-¡¡Es hora de la competencia!! ¡¡Veamos quienes son mejores las niñas o los niños!! –“Oh, Diablos”, me dije a mi mismo al escuchar eso. Esta es la parte de Sam que debería estar oculta siempre… su lado feminista.
-¡El equipo que tenga algo entre las piernas pier- -Antes de que pudiera terminar la frase Chris la bajó del banco y le cubrió la boca.
-¡Es la competencia más estúpida y feminista que has intentado hacer, Sam! –Regañó Chris al asegurarse de que ningún niño estuviera haciendo cosas indecentes.
-¡No es estúpido ni feminista!
-Lo es. –Dije cuando llegué a donde ellos estaban. –Pero ahora que lo pienso… no se compara con aquella vez que quería que compitiéramos hombres contra mujeres y el que tuviera menos pelos en las piernas ganaba. Quien diría que María nos ganaría…
-¡Si, bueno! ¡Admito que no me aseguré de que todas las mujeres fueran depiladas ese día!
-Eres de lo peor.
-Como sea… -Intervino Chris. –Necesitamos hacer algo para calmarlos, nunca creí que este trabajo fuera tan agotador.
-No subestimes a las mujeres, querido.
-Bien… supongo que no hay opción. –Dije al momento que caminaba hacia el piano vertical que se encontraba en el salón. Me senté y comencé a tocar mientras veía como captaba poco a poco la atención de todos los niños.

En otoño las hojas caen…
En primavera las flores comienzan a brotar…
Como podré olvidar…
Tu sonrisa al ver tanta belleza estar…
Mañana quiero ver, esos ojos brillar otra vez…
Mañana quiero ver, esa sonrisa iluminando mi día…
Vamos, despierta ya…
Mira hacia el cielo y respira profundamente…
Ya que espero que no, pero tal vez algún día…
Olvides lo que es vivir…

Terminé de tocar y todos me veían, incluida Sam quien sonreía como no lo hacía en mucho tiempo. Cuando éramos niños yo tocaba para ella siempre, pero cuando crecí me di cuenta de que el piano no me llevaría a ninguna parte, así que dejé de dedicarle tiempo. Sam muchas veces  me había pedido que volviera a tocar, pero cuando se dio cuenta del daño que me hacía decidió desistir.

-Qué canción tan cursi y mamila. –Dijo mientras caminaba hacia mí.
-¡Cállate!
-Me trae recuerdos… -Soltó una vez llegó a mi lado. Los niños ya estaban tranquilos coloreando. –Como quisiera regresar el tiempo.
-Yo también, Sam, yo también.
-Como sea… tengo hambre.
-¡Maldito cambio!
-¡Niños! ¡¿Qué les echaron hoy sus mamis de lonche?!

Moraleja 4: Cuando creas que el trabajo de una mujer es fácil, inténtalo, verás que te equivocas. 

El fin de todo -Cuento corto-


Recuerdo que desde que era pequeño, mi padre siempre me recriminó algo en especial, y era que siempre dejaba las cosas a medias. Por ejemplo, el fútbol, que empecé a practicarlo a los 8 años, pero lo dejé a los 10, ya que mi hermano, un año después de que yo iniciara, inicio él y con facilidad me supero. Obviamente a nadie le gusta ser se la sombra de alguien más, y mucho menos si ese “alguien” es tu hermano menor. Nunca le conté mis motivos a mi padre, tan sólo lo dejé.
Otro caso es el de las clases de guitarra, las cuales comencé a los 13. Estaba realmente entusiasmado con eso, ya que la chica que me gustaba en aquel entonces, me había dicho que le gustaban los guitarristas. Prácticamente le rogué a mi mamá para que me pagara las clases (¡Jaja!) y cuando finalmente aceptó, me sentí el hijo más afortunado del mundo. Asistí solamente dos meses; el maestro no me dijo nada, pero por su trato me daba cuenta de que no tenía talento. Tardé más que los otros en aprender lo básico y cuando finalmente pude tocar bien una canción, era tan vacía, no despertaba nada, ni siquiera en mí… así que dejé las clases de guitarra.
A mis 15 años conocí a un chico, se llamaba Juan, y en poco tiempo se convirtió en mi mejor amigo. Pasaba con él gran parte de mi tiempo y eran ratos geniales, que por siempre se quedarán en mi memoria. Cuando salimos de la preparatoria, se mudó a otro estado, y a pesar de que dijimos que nada cambiaría entre nosotros, todo cambió. Ya no era lo mismo, después de todo estábamos a más de 200 km. de distancia. De nuevo había dejado las cosas a medias, pero esta vez en serio me había dolido.
Hace poco conocí a una chica, de la cual me he enamorado perdidamente y ella me ha correspondido. Es la primera vez en toda mi vida que no quiero dejar a medias algo, pero al parecer esta escrito que nunca podré seguir con nada. Ella se va mañana a estudiar a París, le dije que la visitaría, pero… ¿cada cuando podré hacer eso?, ¿no terminará pasando lo mismo que con Juan?

-No tenemos que terminar. –Dijo el día que me confesó que se iría.
-Si, es verdad. Podemos seguir, aunque sea a distancia. –Respondí con el corazón destrozado.

Hoy es el día, finalmente se va el amor de mi vida. No debería estar tan triste, después de todo no es como si nunca más nos fuésemos a ver o como si nuestro amor terminara. No tengo porque estar triste…

Algo se cruzó por mi mente.

-¡Espera! –Grité solo en mi habitación mientras pensaba. Tomé rápidamente las llaves de mi auto y salí de casa corriendo.

Lo había entendido, ¡finalmente lo había entendido!

Llegué al aeropuerto y bajé del auto rápidamente. Comencé a buscarla entre la multitud, según me había dicho, su vuelo salía en 30 minutos.

¡Ahí está!

Logré ver su cabello cenizo entre los de las demás personas. Corrí tan rápido como pude, y antes de que se alejara más, puse bruscamente mi mano en su hombro.
-¡¿Qué haces aquí?! –Pregunto con la más grande de las sorpresas.
-Quiero terminar. –Solté apenas recuperaba el aliento.
-¿Eh?
-Lo estuve pensando y creo que es lo mejor. Lo siento.
-No… perdóname por irme. –Expuso intentando encontrar consuelo en mis ojos. –Entonces aquí termina.
-Adiós. –Dije esperando no llorar. Le di el abrazo más fuerte y lleno de amor que pude haber dado, me aferré a ella e hizo lo mismo. –Cuídate.
-Adiós. –Dijo, con el mismo tono que yo. Nos soltamos y se alejó lentamente. –Gracias…

Caminé hacia mi auto. Pensando en que tal vez no había sido la mejor decisión, pero luego recordé a Juan y de como habíamos prometido seguir siendo los mejores amigos, de como no habíamos cumplido nuestra promesa.

Me di cuenta de algo… nada nunca queda a medias.

Cuando dejé el futbol y la guitarra, fue para siempre, ya que no volvería a hacerlo. Cuando Juan se fue, nuestra amistad había acabado. Todas las cosas que siempre había creído dejar a medias, en realidad, les había dado un fin, pero nunca me di cuenta de ello, por eso es que todo, en su momento, había acabado así. Decidí terminar con ella, para así darle un fin apropiado a esto, porque la amo y no quiero que lo nuestro acabe como el fútbol o como la guitarra, lo pensé antes… que aunque estuviera lejos no dejaríamos de amarnos ni tampoco sería imposible vernos de nuevo, es lo mismo ahora. Prefiero que todo termine, así, por mí mismo, lo prefiero a que sea el tiempo quien lo destruya… llámenme idiota, pero así, no importa cuando años tengan que pasar, mientras tenga un fin…

Siempre habrá oportunidad de un nuevo comienzo. 

martes, 3 de julio de 2012

D'Love -Prólogo-

Un prólogo bien formulado.

      -¡Diablos! ¡No sé como hacer un maldito prólogo bien! -Se pone las dos manos en el rostro.- Bien... comencemos con algo divagante...

      La pregunta del millón... ¿Cuál es el verdadero significado del "amor"? ¿Quién puede darme la respuesta correcta a esa pregunta? ¿Alguien que ha amado? ¿Alguien que no lo ha hecho? ¿Alguien vivo? ¿Alguien muerto? ¿Quién...?

      -¡No, no, no, no, no, no! ¡Maldita sea! -Se acomoda el cabello que antes de había despeinado.- Está bien... Vamos con algo brusco.

      ¡Me importa una mierda todo lo que haya en este mundo! ¡Sólo la quiero a ella! ¡Sólo me importa ella! ¡No se decirle lo que siento en palabras, pero estos sentimientos de amor aquí están, clavados en mi corazón!

      -Soy un asco... Olvídenlo... Tan sólo voy a presentarme.

       Mi nombre es Gabriel Arcíbar y tengo 21 años. Físicamente soy de cabello rubio, ojos verdes y piel blanca... mido más o menos 1.80 (o un poco menos) y soy de complexión delgada. Mi deporte favorito es el fútbol y... No, no me gusta jugarlo, sólo verlo. Me gusta el chocolate, las uvas verdes sin semilla y el color gris. No me gusta el hígado, el pollo y odio el amarillo. No tengo mascotas... Y... ¿Qué falta? Ah, sí... Estoy enamorado.

      -No, la verdad no tengo una flamante e interesantísima historia que contarles... No hay acción, ni magia... Sólo una cotidiana vida... ¡Llena de amor, drama e historias del pasado tristes que harán llorar hasta a los más machos! O eso creo yo...

°Sam°

      -Prólogo... Prólogo... Prólogo... -Buscando en google que es prólogo-. ¡Ah, aquí está!

      "Es el texto situado al principio de una obra escrita, entre los documentos llamados preliminares, que sirven a su autor para justificar el haberla compuesto y al lector para orientarse en la lectura. El prólogo es además el escalón previo que sirve para explicar o aclarar algunas circunstancias importantes sobre la obra literaria que al autor le interesa destacar."

      -Bien... Ya sé lo que es un prólogo, pero veamos... ¿Qué puedo poner en él? Oh, claro... Empezaré por presentarme...

      Mi nombre es Sam Sú, tengo 19 años y soy virgen. Tengo un corto cabello café y mis ojos son de igual color, mi piel es blanquita y suavecita... Y mido aproximadamente 1.65. Odio los deportes y amo el anime. Mi color favorito es el café claro y me gusta el chocolate. Odio las mentiras y a los pervertidos. Mi mejor amigo se llama Gabriel Adelaido Arcíbar Nava, es una gran persona y aunque algunas veces parezca frío y arrogante, es en realidad muy amable. Lo quiero demasiado y no lo cambiaría por nada.

¡Me llamo Frais!

¡Hola!

¡Mi nombre es Frais!
Tengo 4 años de edad y soy el "yo" virtual de Mint.
Me gustan las historias de todo tipo y, ¡odio los comentarios ofensivos que no sirven para nada!
¡Mucho gusto en conocerte!


lunes, 2 de julio de 2012

Algarabía de los sentimientos

Esta es la nueva versión de una antigua historia escrita por mí, llamada "Tomodachi o miru"


Género: Romance, drama. 

"La persona más valiosa para mí... Era un demonio."
La persona que yo odiaba... Era mi protectora.
Las personas que lastimo... Son las que más me aman.
Soy horrible... Me doy asco... Me odio."

¿Qué pasaría si de un día a otro te dijeran que tu perfecta vida era una farsa? ¿Qué a partir de este momento has perdido lo más valioso para ti? ¿Qué harías si te dijeran que la persona que más te ama y que más te ha protegido es la misma a la que has estado viendo con desprecio durante años? 

"Lo siento..."

Prólogo

Arco 1: Estos somos nosotros

Capítulo 1: Parte 1,  parte 2
Capítulo 2: Parte 1,  parte 2
Capítulo 3: Parte 1,  parte 2<------Nuevo 

D'Love (Original)



Género: Romance, Comedia, Recuentos de la Vida.


Esta historia nos narra la vida de Gabriel y Sam, dos íntimos amigos. Gabriel ha estado enamorado Sam desde hace años, pero esta no se le pasa ni la más mínima idea de esto, por lo cuál él tiene que lidiar día a día con los sentimientos unilaterales que carga y de paso ver si logra hacer que su de despistada amiga comience a verlo como algo más que a un hermano.



Prólogo *Corregida*

Capítulo 1 -Mi definición del amor- *Por corregir*

Capítulo 2 -Mi definición de amistad- *Por corregir*

Capítulo 3 -Su definición del amor-  *Por corregir*

Capítulo 4 -Basta de definiciones, que comience la historia- *Por corregir*

Capítulo 5 -Yo siempre te he querido más que a nada-

miércoles, 11 de abril de 2012

Tres libros -Cuento corto-

      En mis 22 de años de vida, nunca había encontrado nada que llamara completamente mi atención. Hasta que un día decidí ir a la librería a reabastecerme de libros, ya que había leído todos los que tenía en casa.
      Eran cerca de las 5 de la tarde cuando me encontraba escogiendo. En ese momento entró una chica a la librería. Su cabello era café oscuro, largo y ondulado; sus ojos del mismo color, pero estos irradiaban brillo por doquier; su piel era blanca como la nieve e incluso sin tocarla se podía saber que era muy suave. Caminó hacia el pasillo de “Romance”, entonces miró algunos libros y tomó tres. Al parecer había tardado media hora en escogerlos, pero estaba tan concentrado en admirarla que los minutos se hicieron milésimas de segundos. Pagó y se marchó de la librería, dejando en mi interior un nudo que no se desataría fácilmente.
Quería ver de nuevo a aquella chica que me había cautivado, así que comencé a rondar diario los alrededores de la librería, esperando verla de nuevo. Pero mis esfuerzos fueron en vano, por lo menos durante algunos días, ya que a la semana siguiente regresó. De nuevo escogió tres libros y se marchó, dejándome aún más obsesionado que la primera vez, ¿es esto lo que llaman amor?
Hice lo mismo las semanas siguientes, ya que sabía que iba el mismo día cada semana. La veía todo el tiempo que escogía sus libros y al parecer ella nunca se percató de mi presencia; no sé si eso me alegraba o me entristecía. El punto es que, cada día sentía más atracción hacia ella… Al punto de querer confundirlo con amor.
      Un día llegó de nuevo a la librería, pero esta vez iba acompañado de un hombre y un bebé. Mi corazón dolió al pensamiento de que podría ser su  familia. Me acerqué más de lo que me hubiera acercado en veces anteriores y pude confirmar mis sospechas. Eran una familia feliz, sin percances de dinero y se amaban en uno al otro, o al menos eso parecía. La culpa por haber estado observando a la mujer de otro hizo que me alejara de ellos y saliera de la librería.
      Ha pasado un mes desde que vi a la familia de la mujer que me había cautivado. Las semanas siguientes no volví a la librería el día que sabía que ella vendría, hasta hoy. De nuevo entró, se ve hermosa como siempre.
      No puedo destruir todo lo que han construido ellos dos. No puedo simplemente meterme en su vida e intentar conquistarle. No puedo… No debo. Está mal.

-Disculpa, ¿Sabes donde queda la calle "De la Rosa"?  -Pregunté.
-Si, vivo ahí… Puedo llevarte si quieres.

      Sé que está mal, pero si no lo hago será mi corazón el que sufra. Lo lamento… Pero voy a destruir lo que has construido. 

viernes, 17 de febrero de 2012

D'Love -Capítulo III-

Su definición del amor



°Sam°

Para mi, la definición del amor es... felicidad y tristeza. Si, tal como lo dice; un sentimiento que te causa tanta alegría como dolor... pero que aun así no quieres deshacerte de él, esa es mi definición del amor.

Soy una pervertida-loca-friki-ególatra-bipolar-lépera, pero... ¿eso a quién le importa?...

Son las 7:50 am, me encuentro en la parada del autobús para ir a clase... ¡Espera! Antes de seguir, tengo que sacar mi libro... verán, para causar una impresión de chica "cool" en los pasajeros de este autobús he decidido algo súper genial.
Subiré al autobús con un pequeño libro en la mano, le pagaré al chofer y tomaré mi boleto sin prestar mucha atención ya que... "estoy completamente concentrada en mi libro", entonces tomaré asiento en un lugar cualquiera, así todos pensarán "Oh, además de ser bonita es culta". Después de eso esperaré a que una viejita se suba y daré un pequeño vistazo sin que nadie se de cuenta, para ver si no hay asientos disponibles... entonces con una actitud muy fría y sin despegar mis ojos del libro me pararé de mi asiento y se lo cederé a la viejita, así todos pensarán ahora "¡Vaya, es la chica perfecta! ¡Bonita, culta, seria y también educada!" ¡Soy genial! ¿No es así?

30 minutos después... ya en el salón de clase...

-Oooow... soy tan genial. -Pensaba mientras miraba por la ventana que se encontraba cerca de mi asiento.- Debería de armar más planes como ese. Y pensar que todo fue un éxito.
-¡Sam! -Exclamó una chica de cabello café ondulado, de ojos color miel y piel pálida, pálida.
-Dana... -Solté al momento que reaccionaba a su llamado.
-Te extrañé tanto. -Cuando llegó a mi lugar me dio un gran abrazo y un beso en la mejilla.- Fueron tres días sin vernos...
-Si, es verdad... -Levanté mi mochila, la cual había puesto a un lado y saqué una libreta de adentro.- Espera, Dana... -Dije cuando veía que esta se iba a saludar a otro de nuestros amigos que estaba llegando.- ¿Me pasas la tarea?
-Si, toma mi carpeta busca entre las hojas.
-Ok. –Respondí animada.
-Ey, estúpida. –Soltó uno de mis amigos que estaba llegando.
-¿Que quieres, cabrón? –Pregunté con el mismo tono altanero.
-¿Te acuerdas de la chava del salón de a lado?
-Ummm… no. –Dije con un tono de desinterés.
-Aquella que según tú nunca iba a aceptar salir conmigo.
-¡Aaaahhh! –Anuncié al momento que me llegaba a la mente la imagen de aquella chica de cabello largo, largo y café, con ojos del mismo color y una cara “pasable”.- Si, si la recuerdo… -Dije mientras volvía a concentrarme en la tarea.- ¿Qué pasa con ella?
-Pueeees… aceptó salir conmigo.
-Ooooh… debe de estar ciega o debe de ser muy estúpida.
-Vete a la mierda.
-De allá vengo.-Respondí seguido de una seña obscena.

Segundos después entro nuestro profesor de la primero asignatura. Como siempre yo no prestaba atención a su clase por quedarme mirando por la ventana y por desgracia se percató de esto.

-Samantha. –Espetó el profesor y como era obvio todos voltearon su mirada hacia mí.
-¡Que no me diga así! –Pensé molesta.
-¿Podrías repetirme lo que dije acerca de William Shakespeare?
-Ummm… -Solté nerviosa. –Que… ¿Ya se murió?
-Si, Samantha, eso todos aquí presentes lo sabemos.
-¡Yo no lo sabía! –Exclamé con un tono fingido de estupidez. -¡Pero gracias a usted ahora lo sé! ¡Vaya, que buen maestro es!
-Fuera. –Dijo con un tono cortante mientras señalaba rápidamente hacia la puerta y después regresaba a explicar sobre la clase.
-Que lo jodan. –Murmuré para que no me escuchara y después salí del salón. –Bueno… supongo que así está bien. Después de todo, sus clases son muy aburridas y de todas maneras siempre apruebo los exámenes.

Caminaba de un lado a otro por los pasillos del edificio intentando matar el tiempo en lo que acababa la clase. Cuando de pronto vi a alguien que siempre sirve para divertirme un rato.
Era Ana, la chica popular, la reina del cielo y la tierra, la imagen de la belleza. La Diosa Ana. Una chica con un carácter peor que el de Gabrielucho cuando sin querer desconectas el cable de la televisión en mitad de un partido de fútbol y más si es un clásico como: Barcelona vs. Real Madrid. Él siempre dice que Real Madrid es mejor que Barcelona y yo le respondo que como quiera el Barca siempre gana, creo que eso le molesta. Tal vez debería dejar de hacerlo enojar con el fútbol. Si, bueno… como iba diciendo. Ana es superficial, egoísta, mala, soberbia… así como yo… pero ella si lo demuestra. Es por eso que hacerla enojar me es muy divertido.

-Sam… veo que hoy también viniste. –Miró hacia sus espaldas y había un grupito de 5 rémoras… perdón, compañeras, detrás de ella. –Felicidades, llevas una racha de dos semanas sin faltar a clases. –Aplaudió y todo su séquito… digo, grupo de amigas hizo lo mismo.

Que conste que ahora yo no empecé nada, pero estamos de acuerdo en que no puedo dejar que me moleste, ¿Verdad?

-Es que si no veo tu hermosa cara seguido no puedo respirar. Ya sabes… por eso de que traes todo el oxígeno del planeta en tu cabeza ya que algo tenía que sustituir tu falta de cerebro.
-Que te quede claro que si no me defiendo es porque no quiero rebajarme a tu nivel.
-Ya invéntate otra, ¿No? –Le di la espalda y comencé a caminar. –Eso lo dicen todos los idiotas. –Giré un poco mi cuerpo para verle la cara.
-Y también porque eres una lépera maleducada. –Secundó a su “argumento” con una mirada llena de ego.
-Prefiero ser eso a alguien como tú. –Espeté recordando a aquellas personas que Ana había hecho llorar solo por gusto.
-Ya quisieras ser como yo. –Dijo como si de verdad eso fuera algo bueno.
-¿Alguien que discrimina, trata mal a las personas que la quieren, se cree superior, es una hueca y para colmo no tiene verdaderos amigos? No, gracias… no tengo interés alguno en ser alguien así. –Expuse como línea final mientras caminaba con aires de grandeza de nuevo hacia el salón.

Si hay personas que realmente desprecio en este mundo (después de a los hombres que maltratan a las mujeres) son aquellas que pisotean los sentimientos de los demás, y Ana es una gran maestra en esto. Cree que el suelo no la merece y que por eso los simples mortales como nosotros tampoco debemos de mirarla. Por eso es que me gusta molestarla, porque realmente no me agrada para nada.
Regresé a mi salón de clases después de un rato ya que mi espía de la clase me envió un mensaje de que el profesor de había ido ya.

-Aún me faltan tres clases. –Pensé sin entusiasmo.
-¡Sam! –Exclamó Dana quien estaba junto a todo mi grupo de amigos.
-Ah, ¿Están armando un complot contra el maestro?
-Eso quisieras tú. –Dijo Jesús, el chico con el cuál había hablado en la mañana.
-Si, bueno… ¿Entonces de que están hablando?
-De como desde que entramos a universidad nos cayó la maldición de la soltería. Creo es por tu culpa.
-¡Que cruel! –Grité molesta. –Aunque tal vez es cierto.
-Es cierto que no he andado con nadie desde que nací. Pero no es para que crean que les pasé una maldición o algo así. Aunque ahora que lo pienso. –Miré a Jesús que me veía con curiosidad. – ¿No me dijiste en la mañana que la chica del salón de alado te había aceptado una cita? –En ese momento me dio la espalda y se fue indignado.
-Al parecer la chica canceló la cita porque alguien “mejor” la invitó a salir… o eso fue lo que Jesús nos dijo que ella había dicho. –Dijo Marco, otro de mis amigos. Un chico de cabello negro y tez morena, con un cuerpo robusto sin llegar a gordo.
-Ya veo. –Me senté en mi lugar y miré en dirección a donde se fue Jesús. –De seguro se le pasa al rato.
-Eso dices tú. –Respondió otra chica de cabello del mismo color que el mío pero el de ella largo y ondulado. –Pero la verdad es que si le gustaba bastante.
-Vamos, Laura… ¿Qué eso no pasó con las 10 anteriores? –Expuse con un tono burlón mientras todos me miraban. –Si ese cambia de chava como de calzones. –Todos soltaron una pequeña risa y después Laura volvió a hablar.
-Pero es que esta en serio, en serio le gustaba… Con decirte que hasta le mandaba mensajes todos los días y en la cita que iban a tener tenía pensado pagar TODO.
-Oh, vaya. –Solté mientras aplaudía despacio. –Eso si es digno de recordar.
-¿Verdad?
-Como sea… de seguro en unas semanas… o meses se le pasa. –Dije tranquila y todos voltearon a verme. -¿Qué?
-¡Eres de lo peor! –Exclamaron Marco y Laura al unisono mientras los demás suspiran o miraban al techo con decepción.

Moraleja 3: Nunca digas lo que realmente piensas de los fracasos amorosos de un amigo delante de los demás.

domingo, 12 de febrero de 2012

[Original] Barniz de Colores Cap. 6/??

Mi querido hermano



°Hino°

Recuerdo que ese fue el mejor verano de mi vida, lo recuerdo porque está grabado en mi corazón…
Cada vez que mi mamá me gritaba, corría hacia el parque más cercano a esconderme para que nadie me viera llorar, pero un día... mi esfuerzo fue en vano.

-¿Porque lloras? -Preguntó una extraña niña de cabello lila y ojos grandes color miel.
-Porque... mi mamá... me gritó. -Respondí entre lágrimas algo molesta ya que mis esfuerzos por no ser descubierta habían sido en vano.
-¿Sólo por eso? ¡Vaya, eres un niña llorona! -Parloteó la desconocida mientras tomaba asiento a mi lado.
-¡Cállate! ¡Me duele mucho cuando me grita! -Grité aún más molesta que antes.
-Ya veo... -Contestó tranquila.- Aún creo que eres una niña llorona... pero me quedaré aquí... sentada contigo... hasta que dejes de llorar, y tomaré tu mano para que no tiemble. -Hizo lo que había dicho y después recargó mi cabeza en su hombro.

-¿Quién eres? -Solté después de un rato de haber estado ahí con ella.
-Mi nombre es Lilan. Lilan Sakuramori.-Dijo con una gran sonrisa.
-¿Es por tu cabello?
-No, la verdad es que cuando nací, los familiares y amigos de mis padres llevaron muchas flores a su habitación, y uno de ellos llevó un ramo de lilas. Dice mi mamá que las únicas flores que yo veía eran esas, podía pasar horas y horas pero mi mirada no se quitaba de esas flores. Cuando mi mamá decidió darme una pequeñita para tocarla sólo un momento, ella dice que pudo ver como una pequeña sonrisa de formaba en mi rostro... a pesar de ser una recién nacida... me sentía feliz con esa flor. ¿Es extraño, no?
-Bastante... pero lindo también.
-Si. Lo es. –Se levantó del suelo y me tendió una mano para que lo hiciera yo también.- Ahora que lo pienso, ¿Cuál es tu nombre?
-Oh, cierto… me llamo Hino. Gusto en conocerte.


-Desde ese entonces eras rara, Hino. –Me dijo Saki mientras caminábamos por el pasillo para ir a clases después de haber almorzado.
-Lo sé. –Solté después de reír.

Los recuerdos de aquel verano después de conocer a Saki me vinieron de nuevo a la mente. Después de habernos conocido en aquel parque, Habíamos quedado que volver a vernos, y al siguiente día; ella estaba ahí, pero yo venía con alguien más.

-Hino… -Dijo al verme.
-¡Saki! –Exclamé mientras caminaba junto a aquel que era desconocido para Lilan.- ¿Has esperado mucho?
-No, la verdad es que acabo de llegar. –Giro un poco la cabeza para alcanzar a ver a la persona que venía conmigo.
-Ah, lo siento… no te lo he presentado. –Me hice a un lado para que lo viera bien y después lo señalé con la mano.- Él es mi hermano. Rick.
-Me llamo Lilan. –Le dijo a mi hermano.
-Mucho gusto… soy el hermano mayor de Hino, Rick Samika. Ayer me platicó sobre ti, tenía muchas ganas de conocerte.
-Ya veo. Como sea, dejemos las presentaciones de lado… ¡He encontrado un riachuelo! ¿Qué tal si vamos ahí por un rato?

Minutos después no encontrábamos en el lugar que Lilan nos había dicho. Los tres nos quitamos los zapatos y como yo tenía vestido, tuve que agarrar los lados y tener siempre alzado.

-¡Toma, Hino! –Gritó Lilan cuando me lanzó agua.
-¡Saki! –Me cubrí la cara inútilmente ya que a final de cuentas terminé mojada.- ¡Aaaahh, Rick ayúdame! –Lo miré y pudo ver una gran sonrisa en su rostro cuando él también se preparaba para lanzar agua.
-¡Lo siento, Hino! –Exclamó al momento que me echaba agua.
-¡Son uno… son uno… ahora verán!

Fue un gran rato, los tres jugábamos en el agua y dejamos pasar el tiempo. Al cabo de un rato decidimos salir del agua y nos quedamos sentados a la orilla.

-Gracias por traernos aquí, Lilan. –Dijo Rick mientras sonreía hacia el frente.
-No, no es nada. –Recargó las palmas de sus manos en el suelo que estaba detrás de ella y miró hacia el cielo.- La verdad es que hubiera sido aburrido si venía yo sola. Gracias a ustedes por venir conmigo. –Sonreí al verla y después miré en dirección apuesto. Había una pequeña ardilla mirándonos.
-¡Miren una ardilla! –Me levanté rápidamente del suelo y corrí hacia ella. Entonces escuché las voces de Lilan y Rick gritando “¡Cuidado, Hino, debajo de ti!” -¿Eh? –Donde yo iba a pisar había un pequeño pedazo de vidrio apuntando hacia arriba.

-¡ME DUELEEEEE! –Grité cuando Rick me sacó el pedazo de vidrio del pie.- ¡Me duele, me duele, me duele, me duele, me duele, me duele!
-Hino… quédate quieta si no te dolerá más. –Dijo Rick con su tono paciente de siempre.
-¡Así es, Hino! –Exclamó Lilan mientras se levantaba rápido del suelo. -¡Esperen aquí, iré a buscar algo para curarte! –Se fue corriendo como si no hubiera mañana. Rick y yo tan solo aguardamos mientras ella llegaba.
-Está vez si que has hecho una grande, Hino.
-¡Lo siento! –Comenzaron a salir lágrimas de mis ojos y el tan solo guardo silencio mientras las limpiaba una por una. –Hermano…
-¿Qué pasa? –Preguntó con una sonrisa en el rostro. Esa sonrisa que siempre me aliviaba y calmaba. Rick siempre fue así; tranquilo, alegre, paciente, inteligente. ¡Todo lo que yo quería ser! Al principio sentía celos de él, después eso cambió y se convirtió en admiración… pero antes de que me diera cuenta, ya era amor.
-Los hermanos no pueden casarse, ¿Verdad? –Pregunté avergonzada. Podía sentir claramente como mis orejas cada vez estaban más calientes.
-Umm, ¿Por qué lo preguntas?
-Porque yo… -Me acerqué lentamente a él y lo tomé por los hombros. –Te amo, Rick. –Sin pensarlo dos veces cerré los ojos y le robé un beso, lo cuál tuvo sus consecuencias. –Li… -Solté una vez abrí los ojos y vi como mi amiga estaba parada con las cosas para curarme en brazos. –Lan.
-Hino, Rick. –Murmuró lentamente con una mirada totalmente confundida.
-¡Ah, ah, ah, ah! –Soltó Rick nervios mientras intentaba buscar una excusa, cuando de repente Lilan soltó todo lo que traía en brazos y corrió a taparle la boca.
-¡No digas nada! –Exclamó con los ojos cerrados y las mejillas sonrojadas. -¡No necesito explicaciones! –Quitó su mano de la boca de Rick y se alejó un poco. Después nos miró a ambos y siguió hablando. –Si ustedes se quieres… no necesito explicaciones. En eso no se basa el amor.
-Lilan… -Dije sin pensar al escuchar las palabras de mi amiga.
-Lo siento por interrumpirlos, les juro que no fue mi intención. –Expuso con la mirada baja. Comenzó a correr dejándonos atrás…
-Lilan… -Soltó Rick con una tristeza que pudo verse a kilómetros. ¿Por qué? ¿Por qué, Rick? ¿Por qué Lilan?